domingo, 22 de mayo de 2016

Santa María, por el Gallito de Roca

Haga clic aquí para ver el álbum completo de las aves de Santa María en Flickr

Y ahí estábamos.  Los tres esperábamos dentro del carro, con las ventanas cerradas, a que el agua dejara de caer y salir a pajarear.  Eran las siete y treinta de la mañana y ya llevábamos cerca de dos horas esperando que el clima nos dejara disfrutar de La Almenara.  El sitio queda a 10 minutos de Santa María por una carretera destapada pero fácilmente transitable en la vía que conduce a San Luis de Gaceno.  En el camino, entre gallinas y gallos que pasaban de un lado a otro de la carretera húmeda y nublada pudimos ver la primera gran observación del día: un Aramides cajeneus atravesando la carretera en tres tiempos como si se tratara de un peatón indeciso en un gran ciudad.

Sergio y yo habíamos llegado la tarde anterior después de un viaje de cuatro horas por una carretera que ha sido mejorada en los últimos meses, de acuerdo a comentarios de varios viajeros que nos encontramos en Santa María.  La carretera es famosa por una decena de túneles que atraviesan montañas repletas de agua y así hacer menos tortuoso llegar a los Llanos Orientales desde la Sabana de Bogotá.  Llegando al pueblo la calidad de la carretera disminuye y se convierte en una vía mayormente destapada pero con buen estado para transitar.  El recorrido desde Bogotá nos tomó tres horas y media, una hora desde la ciudad hasta el Embalse del Sisga y dos horas y media desde el Embalse hasta la cabecera municipal de Santa María, Boyacá.

Nos hospedamos en el Hotel La Esmeralda, sitio predilecto de pajareros y trabajadores de todos lados para pernoctar en el pueblo.  Es un hotel muy cómodo, aseado, tranquilo y con empleados muy amables y dispuestos a colaborarle a los huéspedes con sus necesidades; acordamos con la encargada del restaurante que pudiéramos desayunar a las 5:30 a.m. para poder ir a pajarear tranquilamente toda la mañana.  Al medio día hacen almuerzos, ofrecen tinto para el sueño y cervezas por la noche para hacer las listas de las aves observadas durante en el día y lamentarse por las que no se pudieron ver.

La misma tarde que llegamos decidimos dar una vuelta por los alrededores del hotel y pajarear un rato.  Bajamos al Río Batá y de allí al camino que conduce a la Quebrada la Cristalina, un famoso sitio del pueblo para pasar las tardes calurosas del piedemonte llanero.  La caminata duró cerca de dos horas hasta que el agua empezara a caer y nos anunciara que esta es una zona húmeda y que la lluvia es parte permanente del paisaje.  La primera parte de la pajareada, antes de llegar al río, fue por las calles del barrio vecino al hotel, lleno de árboles enormes, varios frutales y algunos solares de casas pequeñas y a medio construir.  Mientras los niños jugaban en las calles sin pavimentar, nosotros veíamos 50 especies diferentes de aves, diez de las cuales eran totalmente nuevas para mí.  Para resaltar de mis diez lifers, me gustaría mencionar Amazilia fimbriata, Pachyramphus cinnamomeus y Cyanerpes cyaneus.  El primero es un pequeño colibrí de pico naranja, pecho blancuzco y cola verde.  El segundo es un cabezón de color canela parecido a la hembra de P. rufus pero de color parejo y más encendido.  El tercero es un mielero azul y negro con patas color naranja y la hembra es de color verde, pecho blanco levemente rayado y ceja blanca.

La segunda parte del recorrido la hicimos por una carretera poco transitada con pastizales boscosos a lado y lado una vez se cruza el río por un puente peatonal que vibra con cada paso.  Esta zona es mucho más rural y pudimos ver otras maravillas de las cuales otro tanto eran nuevas para mí.  Me gustaría mencionar dos de estas especies que estaban en un mismo árbol esperando a que las cogiera en doble play. Se trata de Cissopis leverianus y Colonia colonus.  Ambos estuvieron muy quietos, tan quietos que casi no veo a los C. colonus si no es por la distorsionada conversación que sostuve con Sergio sobre la cola larga que no tiene el C. leverianus.  Otras especie que pude ver después de un gran esfuerzo fue Conirostrum speciosum.  Los cuatro individuos de esta especie estaban en un gran árbol muy cerca de su copa y como fondo un cielo nublado que no dejaba pasar la luz tan necesaria para apreciar la belleza de esta especie de tangara.  Con muchas maromas y un poco de imaginación, logramos ver el color rufo por debajo de la cola que caracteriza el macho de esta hermosa ave.  Al final, la poca luz no me permitió fotografiar a C. speciosum, pero sí logré fotografiar a uno de sus posibles depredadores: Rupornis magnirostris.

Espantados por el agua, nos fuimos para el hotel a esperar a nuestro contacto local para coordinar las pajareadas de los próximos días.  Nos reunimos con Eibar Algarra en las oficinas de una ONG local en una de las esquinas que rodean la plaza principal del pueblo.  Tanto Eibar como la líder de la oficina fueron muy amables con nosotros contándonos historias, hablándonos de las actividades que realizan con la comunidad, de los sitios por conocer, de sus visitantes ilustres y hasta nos regalaron varios recuerdos de Santa María que se nos quedaron y nos sirve como pretexto para volver.  Les conté de mi interés en conocer el Gallito de Roca (Rupicola peruvianus) y que fue una de las razones en venir al pueblo gracias a la fama que tienen los senderos de Santa María para encontrar esta hermosa joya de la naturaleza.  Acordamos con Eibar que David Rodríguez, un pajarero bogotano que hace su tesis de pregrado en la región, sería nuestro compañero de aventura como guía local.  Hablamos telefónicamente con David y quedamos en vernos en el hotel a las cinco y media de la mañana para ir a La Almenara.

Y ahí estábamos.  Los tres alistando nuestra ropa, las guías, los binoculares, cámaras fotográficas y demás artilugios para empezar la pajareada.  La lluvia fuerte había cesado y solo quedaba un suave rocío que no nos retrasaría más el recorrido.  Dejamos el carro aproximadamente a trescientos metros de la portería que restringe el acceso al sendero porque un derrumbe amenazaba la vía y era mejor ser precavidos y no exponernos a quedar atrapados si el derrumbe finalmente sucedía.  La amenaza de lluvia y una fuerte neblina que se asomaba a lo largo del camino me llevaron a tomar la decisión de no llevar mi cámara fotográfica; una gran lástima porque el sendero es perfecto para la fotografía: amplio, en buen estado, bastante plano y con un hermoso bosque a lado y lado del sendero (en realidad es una carretera que conduce a algún sitio de la hidroeléctrica Chivor y una base militar).


La Almenara 2
La Almenara @Santa María, Boyacá.
Mis avezados amigos pudieron ver u oír 65 especies de aves distintas en este recorrido. Mi cuenta se limitó solo a 48 especies de las cuales nueve eran nuevas para mí.  Todos los avistamientos fueron emocionantes pero me gustaría hablarles de dos en particular. El primero de ellos fue un saltarín llamado Dixiphia pipra; una pequeña ave de cuerpo negro, cabeza blanca y ojos rojos.  Siempre es emocionante ver saltarines porque son aves muy llamativas, rápidas y relativamente escasas.  Al principio lo confundí con Lepidothrix isidorei pero llegó un momento en que nos posó de espalda y no pudimos ver el plumaje azul que caracteriza esta última especie por lo que concluimos que se trataba de Dixiphia pipra. Más tarde mis amigos verían la hembra de Lepidothrix isidorei mientras descansábamos y comíamos algo para reponer fuerzas.  El segundo avistamiento que me emocionó más fue Malacoptila mystacalis. Este bobito es una de esas aves que todo el mundo oye y ve mas yo en mis casi cinco años de pajarear, nunca lo había podido ver.  Definitivamente no hay nada como ver el ave en libertad en su entorno. La cámara no es capaz de de captar la belleza y los colores de esta ave en su estado natural. Su color es cobrizo y los puntos de su cuerpo contrastan muy bien con ese fondo brillante que nuestros poderosos instrumentos electrónicos no son capaces de captar con toda precisión.

La pajareada en La Almenara ha sido una de las salidas más raras de mi corta trayectoria como aficionado a las aves.  A eso de las diez de la mañana recibí una noticia muy importante y a partir de allí mi concentración disminuyó enormente. Claramente este pasatiempo requiere que uno le ponga todo el corazón y la mente a buscar a nuestros pequeños amigos alados y si alguno de estos dos elementos falta la diversión no es la misma. Esta noticia me emocionó tanto que mi cabeza ya no estaba allí. Solo estaban mis ojos y unos binoculares que los hacían más potentes.  Mi mente estaba muy lejos.  Tal nivel de desconcentración me imposibilitó ver la hembra de Lepidothrix isidorei que estaba en frente de todos pero que afortunadamente mis dos compañeros de camino lograron ver a la perfección.  La pajareada del segundo día terminó para mí con la noticia recibida aunque estuvimos en el sendero un par de horas más.  Regresamos al pueblo y debido a la noticia tuve que realizar unas tareas remotamente desde el hotel así que no hubo más salidas ese día.  Esa noche, vimos como llegaba un bus enorme al hotel con una veintena de estudiantes de biología de la Universidad de los Andes y con el profesor Andrés Cuervo como su líder.

Ya con el corazón y la mente nuevamente en las aves, empezamos la mañana del tercer día en Santa María buscando un sendero que satisficiera nuestras ganas de ver pájaros.  No pudimos coordinar con Eibar el ingreso a Hyka-Quye por lo que decidimos aventurarnos a un sendero que conocía David muy cerca de este reconocido lugar en Santa María y en donde suponíamos podría estar el Gallito de Roca.  Llegamos al sitio y resultó ser el camino de acceso para los escaladores que realizan el mantenimiento de torres electrícas de alta tensión de la región.  El terreno era muy escarpado por dentro de la ladera de una montaña enorme a las afueras del pueblo.  No logramos ver mayor cosa pero conocimos un sitio muy bonito lleno de agua y tùneles de desague de la Represa La Esmeralda, fuente de la hidroeléctrica Chivor.  Un poco desesperados porque no teníamos un sitio a donde ir, decidimos ecuchar a David nuevamente y nos fuimos en busca de un sitio llamado Cachipay.

Cachipay es un paraje que hay en la vía Santa María – San Luis de Gaceno y que sirve de acceso a la Vereda San Rafael.  Allí hay una base militar que custodia ese punto de la geografía nacional. Estacionamos el carro al frente de la entrada de la base militar en donde un par de soldados nos prometieron “echarle gafas” al vehículo mientras caminábamos por la carretera.  Decidimos caminar desde esta portería hacia el norte, en el camino que conduce a la Vereda San Rafael.  Es un sitio de pastizales con bosque a lado y lado de la carretera y quebradas repletas de agua bajando de la montaña.  En el camino pasamos por un puesto de control de la misma base militar que controla el paso hacia la vereda y que más tarde entendimos era la misma base militar en el sendero de La Almenara.  Nos identificamos y pudimos continuar nuestro camino y pajareada.

Sin duda alguna este fue el sitio más generoso por cantidad de especies vistas.  Como grupo observamos 81 especies diferentes de aves.  Por segunda vez en mi vida pude ver Coccycua minuta, un cuco parecido al Piaya cayana pero más chico y de ojo rojo.  También tuve la oportunidad de ver una mirla que no había podido observar bien en Guayabetal un par de años atrás: se trata de Turdus nudigenis, una mirla café claro con un marcado anillo ocular de color amarillo y borde grueso.  Otro registro nuevo para mí fue Arremon taciturnos. Le estuve haciendo “cacería” por cerca de media hora pero no fui capaz si quiera de disparar una sola vez el obturador de mi cámara fotográfica; una completa lástima pues es un gorrión muy llamativo por su máscara negra, pecho blanco y alas color oliva.  A mitad de camino, nos tropezamos con un pájaro pequeño de color amarillo e inquieto.  Eran dos individuos que no pudimos identificar en ese momento pero que logramos fotografiar, a manera de registro, para más tarde tratar de identificarlo.  La tarea quedó pendiente en Santa María y solo un par de días después, ya en Bogotá, se determinó que se trataba de Capsiempis flaveola.

Coccycua minuta
Coccycua minuta @Santa María, Boyacá.
Una vez más la lluvia nos sacó corriendo de la pajareada.  A lo lejos se oía el crujir del bosque con el agua cayendo y ésta se acercaba cada vez más a nosotros.  Aligeramos el paso y nos devolvimos al pueblo a almorzar y descansar un poco.  Repuestos, decidimos ir a otro sitio bien conocido para pajarear sugerido por Sergio.  Se trataba de la carretera Santa María – Mámbita.  La lluvia amenazaba en cada paso que dábamos y los pájaros no colaboraban.  Estuvimos solo un rato corto de tiempo hasta que la lluvia volvió a espantarnos y decidimos regresar al pueblo y dedicarnos a pasar el tiempo y descansar.

A la mañana siguiente nos encontramos a las cinco y treinta nuevamente para ir al sendero Hyka-Quye de AES Chivor y de allí devolvernos a Bogotá para poner fin a la aventura de cuatro días en Santa María.  Después del desayuno respectivo salimos con el profesor Andrés Cuervo, Eibar y cuatro jóvenes estudiantes de la Universidad de los Andes hacia el sendero.  Es un sendero maravilloso al lado del río Batá, entre montañas enormes con paredes de piedra de gran altura y bosques en muy buen estado.  El sendero es un carretera ancha usada durante la época de la construcción de la Represa La Esmeralda y la Hidroeléctrica Chivor.  El recorrido ida y vuelta son de cerca de 3 kilómetros con un nivel de dificultad muy bajo.  El río es claro, de aguas azuladas y una corriente moderada que provoca entrar y darse un chapuzón.


Hyka-Quye
Hyka-Quye @Santa María, Boyacá.
El profesor Cuervo y sus alumnos pusieron redes de niebla para el desarrollo de su actividad académica.  Nosotros, nos dedicamos a pajarear todo el sendero buscando la razón aviar de nuestra visita a Santa María: El Gallito de Roca.  Los primeros en avistarlo fueron los alumnos con su profesor después de una de las varias quebradas que atraviesan el sendero y caen en el río Batá.  La observación me llenó de envidia pero al mismo tiempo de esperanza porque estábamos seguros por allí estaba el Gallito de Roca y que era cuestión de llenarnos de paciencia para poder observarlo.  En su búsqueda, vimos especies igualmente maravillosas como Penelope argyrotis, Hirundinea ferruginea y muchos Psarocolius angustifrons.  Hasta que al fin pudimos verlo y cumplir el objetivo primordial de la visita a Santa María.  El primer individuo que observamos fue una hembra y luego la pareja completa.  No pude tomar una buena foto pero sí logré disfrutar de su belleza. Es un pájaro grande, el color del plumaje del macho es un naranja rojizo muy brillante y que contrasta fuertemente con el entorno verde que lo rodea. Por su parte, la hembra tiene un plumaje color naranja quemado y es igualmente grande que el macho.  Al final del recorrido de cerca de cuatro horas vimos 43 especies distintas de aves. Un muy buen número y sobre todo una pajareada muy buena con nuevos amigos.

El viaje de vuelta fue igualmente fácil por la misma vía por la que llegamos.  Nos tomó las mismas cuatro horas volver con paradas a comer sancocho de gallina, carne asada y comprar chicharrones de cuajada en la carretera.  Sin duda alguna una de las mejores salidas a pajarear que he hecho y un sitio muy recomendado para mis amigos pajareros. 

Listas completas de aves en eBird:
1. Camino a la Quebrada La Cristalina.
2. La Almenara.
3. Cachipay.
4. Hyka-Quye.

miércoles, 14 de enero de 2015

Aves de Silvania, primera entrega

Haga clic aquí para ver el álbum completo de las aves de Silvania en Flickr

De camino al Cerro Quininí desde Bogotá, se atraviesa un pequeño pueblo de calles empinadas, clima agradable y gente cordial. El centro del pueblo no está ubicado alrededor de una gran plaza principal como en la mayoría de nuestros municipios. La iglesia, la alcaldía, la estación de policía y la concha acústica están raramente dispuestos en diferentes cuadras sobre o muy cerca a la calle principal. Silvania, es reconocida por su agricultura, ganadería y por ser un sitio de descanso para los bogotanos que quieren cambiar el clima frío de la gran ciudad por un clima templado propio de laderas y valles ubicados entre los 1000 y 2000 metros sobre el nivel del mar en las montañas de nuestro hermoso país.

Paisaje
Paisaje sobre el cañón del Río Chocho.

Con mi familia tenemos la fortuna de poder visitar esta linda región con alguna regularidad, por lo que me di en la tarea de fotografiar sus aves. Silvania es un municipio de más de 162 kilómetros cuadrados con alturas que van desde los 1200 hasta los 3000 metros sobre el nivel del mar. Aún no tengo claro el nivel de conservación de sus hábitats, pero por su extensión y gran diferencia altitudinal supongo que se pueden encontrar muchas especies de aves.

En esta primera reseña y álbum de fotos les quiero compartir el resultado de cerca de 20 pajareadas en la vereda Panamá. Estas salidas a observar aves las inicié hace seis meses en un matorral de no más de cuatro hectáreas, en una ladera pronunciada rodeada de cultivos de tomates, una pequeña quebrada, casas de descanso, fincas y un bosque que se ve a lo lejos y que aún no logro visitar. La ruta que hice fue la misma en estas pajareadas y no supera los 500 metros lineales de longitud.

A la fecha he logrado identificar 98 especies diferentes de aves y se me escaparon varias más, por lo que fácilmente esta cifra puede superar las 100 especies. Gracias a estas pajareadas he visto siete especies nuevas para mí (lifers), como Coccycua minuta, Myiophobus fasciatus, Tachyphonus luctuosus y Myiarchus apicalis.

Myiarchus apicalis
Myiarchus apicalis @Silvania, Cundinamarca.

Para destacar de la lista de aves de este sitio ubicado a 1300 m.s.n.m., se encuentran cuatro especies endémicas para Colombia y diez especies migratorias boreales, lo que demuestra la importancia de este ecosistema para las aves propias de nuestro país y las que vienen desde el norte a descansar del crudo invierno en Norteamérica.


Una vez más quedé sorprendido de la gran diversidad de aves de nuestro país. En cualquier rincón se pueden encontrar especies de aves interesantes que vale la pena registrar y fotografiar. La invitación es, si viene a Silvania, disfrute del clima, su familia y salga a pajarear.

Álbum completo en Flickr

Lista de aves registradas a la fecha en el sitio "Pueblito del Bosque"

Ortalis columbiana
Bubulcus ibis
Butorides striata
Phimosus infuscatus
Coragyps atratus
Cathartes aura
Pandion haliaetus
Rupornis magnirostris
Geranoaetus melanoleucus
Buteo platypterus
Vanellus chilensis
Columbina talpacoti
Leptotila verreauxi
Zenaida auriculata
Coccycua minuta
Megascops choliba
Streptoprocne zonaris
Colibri thalassinus
Anthracothorax nigricollis
Adelomyia melanogenys
Chlorostilbon gibsoni
Chalybura buffonii
Amazilia cyanifrons
Amazilia tzacatl
Megaceryle torquata
Picumnus olivaceus
Melanerpes rubricapillus
Veniliornis kirkii
Colaptes punctigula
Milvago chimachima
Falco columbarius
Brotogeris jugularis
Forpus conspicillatus
Thamnophilus multistriatus
Formicivora grisea
Myrmeciza longipes
Cranioleuca curtata
Synallaxis brachyura
Camptostoma obsoletum
Phaeomyias murina
Elaenia flavogaster
Mionectes oleagineus
Zimmerius chrysops
Lophotriccus pileatus
Todirostrum cinereum
Tolmomyias sulphurescens
Myiophobus fasciatus
Contopus virens
Pyrocephalus rubinus
Machetornis rixosa
Myiarchus apicalis
Pitangus sulphuratus
Megarynchus pitangua
Myiozetetes cayanensis
Myiozetetes similis
Legatus leucophaius
Tyrannus melancholicus
Pachyramphus rufus
Pachyramphus polychopterus
Hylophilus flavipes
Cyclarhis gujanensis
Pygochelidon cyanoleuca
Troglodytes aedon
Pheugopedius sclateri
Catharus ustulatus
Turdus leucomelas
Turdus ignobilis
Mimus gilvus
Parkesia noveboracensis
Setophaga petechia
Basileuterus rufifrons
Cardellina canadensis
Tachyphonus luctuosus
Tachyphonus rufus
Ramphocelus dimidiatus
Thraupis episcopus
Thraupis palmarum
Tangara vitriolina
Tangara cyanicollis
Tangara gyrola
Sicalis flaveola
Sporophila minuta
Sporophila crassirostris
Sporophila intermedia
Sporophila nigricollis
Coereba flaveola
Tiaris olivaceus
Tiaris bicolor
Saltator maximus
Saltator striatipectus
Piranga rubra
Piranga olivacea
Molothrus bonariensis
Icterus chrysater
Icterus auricapillus
Euphonia concinna
Euphonia laniirostris
Spinus spinescens

lunes, 9 de junio de 2014

Pajareando en el Cerro Quininí con los amigos de la ABO

Publicado en El Clarinero de Junio de 2014

El pasado 26 de abril realizamos la pajareada mensual de la ABO en compañía de 13 entusiastas de las aves de nuestra ciudad. Fue un recorrido de dos horas en automóvil para llegar a este hermoso sitio de la cordillera oriental, ubicado en el municipio de Tibacuy en Cundinamarca.

Es una caminata con nivel de dificultad intermedio, que se realiza entre pequeñas parcelas con cultivos de café, plátano y cítricos rodeados de buenos bosques de clima templado, riachuelos y uno que otro pastizal para la cría de ganado no extensivo por parte de los campesinos de la zona. Quizás esta variedad de ecosistemas permite que en pocas horas se logre avistar una cantidad no despreciable de diferentes especies de aves de la región. 

El recorrido lo iniciamos hacia las siete y treinta de la mañana desde el punto llamado El Ocobo con el objetivo de llegar hasta el punto final al medio día y para estar de vuelta a las dos de la tarde. La planeación no se cumplió y estuvimos de vuelta en nuestro punto de partida cerca de dos horas más tarde de lo estimado. La causa de nuestra llegada tarde: una pajareada maravillosa de más de 68* especies distintas de aves y momentos de alegría con nuestros socios y amigos.

Para recordar y hacer corta la historia, les cuento dos momentos gratos que estoy seguro todos los participantes tendrán aún en su retina. Hasta una próxima.

¡Cuidado!, pajarero al volante

Un poco antes de las siete de la mañana, tomamos la carretera que conduce al Cerro desde el municipio de Silvania. Es una carretera con bajo tráfico que permite disfrutar a un costado la inmensa montaña y al otro costado el precipicio con telón de fondo a la meseta de Chinauta.

A medio camino y como lo manda la ley del pajarero, veníamos con los vidrios abajo prestos a oír lo que nos permitiera el ruido del motor del carro. Sorprendidos, empezamos a escuchar sonidos estruendosos, de gran vigor y fácil identificación a un margen de la carretera. Ya a baja velocidad, vimos dos individuos de Ortalis columbiana que atravesaban la carretera y que de inmediato nos obligaron a poner luces de parqueo y a advertir, con señas incómodas, a nuestros amigos motorizados de atrás sobre nuestro avistamiento.

Sí, el recibimiento no pudo ser mejor. Se trataba de una de las especies endémicas que se observa en la zona y que pudimos ver claramente sin siquiera llegar al Cerro y sin poner un pie en el piso. 

Una Dacnis que nos puso a bailar

De repente, me encontraba corriendo cincuenta metros cuesta arriba gracias a las señas y el murmullo de Jairo diciendo: “La Dacnis, la Dacnis…”

Ya sin aire y con solo el pulso necesario para enfocar, pude ver un macho de Dacnis hartlaubi forrajeando en un árbol de tamaño mediano y muy cerca de la copa. Su azul turquesa, antifaz negro y ojos rojos lo hacen fácilmente identificable en contraste con la dificultad enorme y permanente que hay para diferenciar una Atrapamoscas de otro.

El no llevar cámara evitó que me ensimismara y permitió que me acordara de mis amigos rezagados que esperaban ver esta hermosa ave. Me devolví varios metros para llamarlos y avisarles que apretaran el paso que la Dacnis los estaba esperando para que la conocieran por primera vez o para que se deleitaran nuevamente con su belleza. Pues les tocó atravesar cerca de púas y echar binocular un par de minutos más hasta que la pudieron encontrar nuevamente y todos pudieron ver el macho y la hembra de esta especie de Tangara.

El júbilo era inmenso ya que todos la pudimos ver y varios se quedaron con hermosas fotografías para el recuerdo (¡que envidia!). Fue tanta la alegría que se nos quitó la pena y Diana nos puso a bailar a todos su bailecito del lifer que nos propuso durante toda la pajareada. La foto lo dice todo.

Participantes a la pajareada en el Cerro Quininí.

Lista completa de aves en eBird.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Paipa, un destino turístico completo*

Sin proponérmelo, la forma en la que planeo los paseos familiares ha cambiado desde que entré a este maravilloso mundo de las aves. Ahora no solo trato de buscar un buen lugar para descansar con mi familia, sino que averiguo qué sitios hay cerca para que pueda salir a pajarear un rato y seguir conociendo nuestras riquezas naturales.
El fin de semana pasado teníamos la visita de mi hermana por lo que decidimos salir por los alrededores de Bogotá de descanso. Buscamos varias opciones para disfrutar hasta que acordamos entre todos ir a Paipa. A mi esposa y a mi hermana les llamó la atención conocer y disfrutar las aguas termales que hay en este municipio boyacense, la historia de la región y varios bocadillos de su cocina. De inmediato me di a la tarea de buscar el sitio al que saldría a pajarear ese fin de semana.
Pasé varias horas sentado enfrente del computador tratando de buscar anuncios, registros, blogs, reseñas o fotos que me orientaran para saber a dónde ir. Pasaban las horas y no encontraba ninguna opción. Incluso apelé a nuestros amigos de la RNOA (a través de Facebook) sin éxito alguno. No lo podía creer: cerca de Paipa no se puede pajarear.

Se acercaba la hora de tomar la ruta 55 y aún no tenía sitio a donde ir. Ya desesperado, decidí consultar las páginas web de los hoteles de Paipa con la esperanza de encontrar alguna pista para lograr mi objetivo, y la encontré. Algunos hoteles anunciaban una reserva municipal llamada Ranchería como sitio turístico cerca de sus instalaciones. Con este rastro en mente, me enfoqué en buscar información de la avifauna de esta reserva, que se reseñaba como un bosque altoandido con páramos y subpáramos. Sorprendentemente, en Internet no había información significativa sobre este lugar, así que decidí llamar al hotel y programar una visita guiada para conocer la reserva.
Acordamos encontrarnos con Jorge, mi guía, en el semáforo del pueblo. A las cinco y media de la mañana tomamos carretera rumbo a Ranchería. La reserva queda a 15 kilómetros de Paipa en la carretera que conduce al corregimiento de Palermo. Es famosa por una caída de agua de 10 metros y porque allí nace la quebrada que surte de agua a los paipanos. En el área protegida, hay bosques nativos sin intervención y otros rodeados de pastizales y cultivos.
  
Paisaje 1
Paisaje Reserva Ranchería.
En algo menos de cuarenta minutos ya estábamos preparando las botas, los binóculos y la cámara en los predios de un campesino amigo de la familia de Jorge. Él conoce muy bien la zona porque nació allí y su familia aún vive en esta vereda montañosa del centro del país. Nuestra pajareada comenzó con un Tiranuelo Gorgiblanco (Mecocerculus leucophrys), algunas Diglosas Negras (Diglossa humeralis) y varios colibríes que pasaban muy cerca zumbando.
Seguimos caminando y nos topamos con más de siete Azulejos Reales (Buthraupis montana). Nunca había visto tantos individuos de esta especie. Estuvieron siempre por donde caminábamos en la reserva. Es un ave con un amarillo sólido en su vientre, una capucha negra, un cuerpo gris azuloso y lo más distintivo: sus brillantes ojos rojos.

Buthraupis montana 2
Buthraupis montana @Reserva Ranchería
Otra ave que nos sorprendió por la cantidad de individuos y su comportamiento, fue la Cotinga Crestada (Ampelion rubrocristatus). Vimos al menos cuatro de ellos en todo el recorrido. En una escena, vimos un par desafiándose mutuamente hasta el punto de chocar entre sí. Tengo la sospecha de que estaban en época de reproducción por estas peleas y porque vimos a uno con material en su pico como para construir un nido.
Nuestros americanos amigos alados, los colibríes, hicieron una fuerte presencia en el lugar. Vimos seis especies en las cuatro horas de pajareada que disfrutamos. Se destacan entre estas especies Cometa Coliverde (Lesbia nuna), Metalura Colirojo (Metallura tyrianthina) y el hermoso Inca Dorado (Coeligena bonapartei). Este último, al parecer tenía un nido al costado de uno de los caminos por donde anduvimos.


Coeligena bonapartei
Coeligena bonapartei @Reserva Ranchería.
Con ganas de seguir pajareando pero con el deber de atender a mi familia, decidí bajar de la reserva hacia las diez de la mañana. Al tiempo que guardábamos las cosas y charlábamos con el señor amigo de la familia de Jorge, vimos pasar muy cerca de nosotros una rapaz que no logré identificar. Mala suerte. Ya había guardado la cámara y claramente no era un adulto del Águila de Páramo que sí logro reconocer. Algo me dice que debo volver a finalizar esta tarea pendiente y que en Paipa sí se puede pajarear.
*A la memoria de Thomas McNish. Seguir su ejemplo, fue lo que me llevó a abrir este blog y compartir mis experiencias.

miércoles, 24 de abril de 2013

Cazadores de luz

Desde hacía un tiempo andaba en la búsqueda de un curso sobre fotografía. La oferta es enorme por Internet y bastante amplia de manera presencial. El curso que soñaba no era para retratar caras, objetos, cuerpos, composiciones artísticas y mucho menos fiestas familiares. No, el curso que soñaba era para fotografiar vida silvestre y si tenía más suerte aún, pájaros.
 
Qué sorpresa me llevé cuando recibí un correo que ofertaba un curso de fotografía de aves. Era justo lo que había soñado y era ofrecido por un muy buen fotógrafo que comparte varias de sus mejores tomas en la Internet. Se trataba del fotógrafo y pajarero Daniel Uribe. El curso sería en la ciudad de Manizales, famosa por ser un centro internacional para los amantes de las aves.
 
Una vez alistado todo, me desplacé a la ciudad de Manizales por avión. El presagio era bueno pues el clima fue benevolente con mi sueño y el avión pudo salir de Bogotá y aterrizar en Manizales sin contratiempos. Desde el primer día quedé enamorado del sitio. Me hospedé en un hotel sencillo y muy bonito que queda sobre la antigua carretera al Parque Natural Los Nevados. La atención de la familia que me atendió en el Ecohotel Camino del Ruiz fue excelente y lo recomiendo ampliamente como plan familiar o para el avistamiento de aves en la región.
 
El primer día del curso salí por la madrugada a dar una vuelta alrededor del jardín del hotel para ver y fotografiar las aves del lugar. ¡Qué maravilla de aves encontré! En solo hora y media disfruté de picaflores, golondrinas, carpinteros, colibrís, semilleros y reinitas.

Diglossa albilatera
Diglossa albilatera @Ecohotel Camino del Ruíz
El curso arrancó como estaba planeado en el Auditorio de los Termales Tierra Viva a las ocho en punto de la mañana. Luego de presentarnos y expresar nuestras expectativas, compartimos nuestros equipos con todos los compañeros y discutimos sobre equipos y accesorios para la fotografía de aves. Entre lentes, cuerpos y trípodes Daniel arrancó con sus enseñanzas y consejos claves: “el trípode es el mejor amigo del fotógrafo”, “no dañes la óptica de tu lente con un filtro protector de 30 dólares” y “protege tu lente con su parasol”, fueron tres de los ejemplos que más resonaron en el auditorio del hotel.
 
Una vez superada la etapa de teoría de fotografía básica y el almuerzo, nos dirigimos al Recinto del Pensamiento a nuestra primera sesión práctica. Uno de los lugares de este parque está dedicado a las aves. Es una hermosa casa en un alto rodeada de árboles, plantas, flores de varios colores y algunos bebederos que atraen decenas de colibrís. Me esforcé para lograr buenas fotos sin éxito alguno. Entre la teoría que rondaba mi cabeza, la dificultad para modificar parámetros de la cámara y el uso de un trípode prestado, fui incapaz de realizar buenas fotos merecedoras de ser compartidas en la red. Creo que había salido de la zona de comodidad en que me encontraba y estaba aprendiendo nuevas cosas que sin duda mejorarían la calidad final de mis fotos. Me sentí un poco frustrado.

Colibri
Boissonneaua flavescens @Recinto del Pensamiento
De vuelta al aula de clase, avanzamos en la teoría y al final descargamos las fotos tomadas durante el primer día en la sesión práctica. Mis compañeros tomaron varias fotos muy bonitas mientras que yo a duras penas logré un par de baja calidad.
 
Para el segundo día el profesor nos hizo una propuesta sobre la sesión práctica. Nos ofreció elegir entre hacer la práctica en los bosques cercanos al hotel o subir al páramo camino del Parque Natural Los Nevados. La decisión fue casi unánime: subir al páramo. La única condición era madrugar un poco y empezar a subir a las seis de la mañana, algo que estuvimos de acuerdo en cumplir los doce participantes del taller.
 
A las seis y cuarto de la mañana estuvimos listos para subir al páramo. Arrancamos nuestro camino entre curvas, camiones, neblina y la expectativa de si encontraríamos un clima apropiado o nos encontraríamos con uno adverso. Tomamos la carretera que conduce a Bogotá y nos desviamos por la que conduce al Parque. Por esta carretera mucho menos transitada, avanzamos un par de kilómetros hasta que vimos que nuestro guía y profesor se detuvo en una casa de campo rodeada de árboles y flores propios del bosque alto andino. Nos imaginamos que ese era el lugar para desayunar a lo que Daniel respondió con un tajante “no”. En este sitio nos aclimataríamos un poco antes de emprender la última subida y llegar al páramo.
 
Entre Pinches, Cucaracheros de Páramo, Semilleros, Gorriones y dos temblores del Volcán Nevado del Ruiz, realizamos nuestra segunda práctica de campo. Sí, mientras estábamos en la segunda práctica de campo vivimos el temblor del volcán a pocos kilómetros de éste. Fueron dos eventos sísmicos de 3.8 y 4.0 de magnitud, asociados al desprendimiento de roca dentro del volcán.
Cistothorus apolinari 3
Cistothorus platensis @PNN Los Nevados
Sentimos un fuerte crujir y movimiento en nuestros pies. No nos asaltó el pánico pues nos favoreció estar por fuera de alguna estructura o edificación hecha por el hombre. Seguimos nuestra sesión práctica sin tener certeza de qué había ocurrido.
 
Llegamos a desayunar a un paraje a 4.000 metros sobre el nivel del mar. La señora que nos atendió estaba un poco consternada por los temblores y nos dijo que nunca había sentido un movimiento tan fuerte en sus veinte años de vivir en la zona. Esa noticia nos sorprendió un poco pero no había razón para no continuar nuestro recorrido, así que decidimos continuar el mismo.
 
Pasado el susto y con la barriga llena, Daniel nos contó una anécdota muy bonita cuya moraleja es que los fotógrafos son cazadores de luz y que por ende debíamos buscar la mejor luz del páramo para de esta forma lograr buenas fotografías.
 
Buscamos alejarnos de la espesa bruma que rodeaba el paraje en donde desayunamos y fue así como llegamos a la entrada del Parque Natural Los Nevados. Allí nos divertimos buscando y tratando de fotografiar Colibrís, Canasteros, Semilleros y Tororois. La habilidad de Daniel para ubicar a las aves nos ayudó estar cerca de ellas y así mejorar las fotos que vinimos a buscar con las nuevas técnicas aprendidas.

Grallaria quitensis
Grallaria quitensis @PNN Los Nevados
Bajamos del páramo y finalizamos el curso con una última sesión práctica y compartiendo las mejores fotos que habíamos tomado los participantes. Logramos varias fotos muy bonitas que cada uno compartió al grupo entre risas y anécdotas vividas durante el fin de semana. Sin lugar a dudas fue un curso muy fructífero para todos y que vale la pena recomendar a otros interesados en este bonito pasatiempo de ver y fotografiar aves. Sueño cumplido.

Álbum completo de fotos en Flickr

sábado, 6 de abril de 2013

Censo Navideño en Mundo Nuevo

Aún no había llegado el vendedor de tintos y panes que siempre inicia nuestras pajareadas en la calle 72 con carrera séptima. Nos acompaña con su tinto dulce y sus bizcochos de la noche anterior que son siempre bien recibidos cuando la espera se prolonga más de lo deseado. Esta vez el trasnochado es él, y como consecuencia, una fila de taxis empieza a irse a la competencia de la próxima avenida.
 
Sin el acostumbrado tinto recorrimos los cuarenta y seis kilómetros que separan nuestro punto de encuentro y la vereda Mundo Nuevo. Era una madrugada con una luna llena enorme que nos ayudaba a encontrar la carretera que a veces se escondía entre árboles y curvas. Entretanto, recordábamos nuestras aventuras pasadas queriendo repetir varias de las aves que ya habíamos visto en ocasiones previas.
 
Entre las cabeceadas de Adriana y los bostezos de Sergio, este último nos venía contando que los guías locales de Mundo Nuevo le habían dicho de un ave que se veía antes del amanecer cerca de la quebrada con una cola muy larga. La descripción llevaba a concluir a Sergio que podría tratarse del Guardacaminos Lira (Uropsalis lyra) pero que él nunca lo había visto en sus innumerables salidas al campo en esta vereda del municipio de La Calera.
 
Dejamos el carro en la puerta de la casa de doña Carmen y alistamos nuestras botas, binoculares, cámaras, comida y listas para el conteo. Caminando al sitio anotamos las medidas básicas de altitud y coordenadas geográficas para poder entregar el reporte completo a la entidad encargada de los conteos.
 
Mientras yo miraba el celular para así anotar las coordenadas geográficas de mi propio registro, siento varias voces gritando en voz baja “el uropsalis, el uropsalis”, levanto mi cabeza y veo a mis dos compañeros apuntando con sus binoculares por encima del horizonte y a un costado de la luna que aún no había decidido ocultarse. Llegué tarde a la cita entre el caprimúlgido y mis binoculares. Que frustración sentí. No es fácil ver individuos de esta familia y esta vez no lo pude observar.
 
Paisaje a
Paisaje antes del amanecer.
Aún no había amanecido pero no estaba oscuro. Decidimos aminorar el paso para darle tiempo al sol de que hiciera su trabajo y esperar que las aves salieran en búsqueda de su primera comida del día. El arranque no pudo ser mejor y vimos una Pava Andina (Penelope montagnii) un poco despeinada, acompañada por un par más en un árbol al otro lado de la quebrada. Varias fotos para el registro y continuamos cuesta arriba.
 
En el ascenso hasta la chucua que marca la mitad del recorrido, vimos algunos colibríes y reinitas, varias tangaras, bastantes tiránidos y tráupides y uno que otro furnárido buscando su comida entre la hojarasca. 
 
Entre tantos sitios hermosos que hay en este lugar, siempre nos gusta llegar a una laguna pequeña que se encuentra en la parte más alta del recorrido. Nuestra esperanza es lograr ver una gran cantidad de aves acuáticas en este pequeño ecosistema. Esta vez solo pudimos ver al Pato Andino (Anas andium) y al Andarríos Mayor (Tringa Melanoleuca) en la laguna y, como un vigilante blanco y elegante, vimos una Garza Real (Ardea alba) a un costado del estanque.


A Andimun T Melanoleuca
Anas Andium y Tringa Melanoleuca
Ya en la parte media del recorrido, decidimos descansar un rato y probar la comida que habíamos traído para compartir entre todos. Sándwich, pandebonos y chicharrones fueron los encargados de darnos energía para reponernos y poder caminar los seis kilómetros de vuelta que tiene la ruta elegida.
 
Nuestros paraguas, que tanta falta nos hacen en estos bosques de niebla cuando llueve y no los traemos, esta vez fueron utilizados como sombrillas calentanas y así cubrirnos del inclemente sol hizo durante el recorrido por los pastizales de la parte alta.
 
Recién entrados en la boca del bosque, Adriana se adelantó varios cientos de metros y la perdimos de vista. Aceleramos el paso para alcanzarla mientras veíamos tangaras y atrapamoscas a uno y otro lado del camino. Cuando el grupo se reunió de nuevo, presenciamos un evento maravilloso de la naturaleza propio para un capítulo de televisión de un programa de vida salvaje.
 
Una hembra y un macho de Trogón Enmascarado (Trogon personatus) parecían estar muy excitados en un cortejo, cada uno con una oruga en su pico. Los oímos vocalizar y moverse de una rama a otra hasta que el macho se nos perdió entre las ramas y sombras del bosque. De repente vimos volar una bolita café desde un costado del camino al otro. Nos pasó justo encima de la cabeza con su volar torpe y parsimonioso. Rápidamente enfocamos nuestros prismáticos hacia él para ver de qué se trataba. Inconfundiblemente, la bolita café que estábamos viendo era un juvenil de Trogón Enmascarado con su pico amarillo y corto, la máscara en sus ojos  y la cercanía a una hembra adulta de la misma especie.
 
¡Que sorpresa tan maravillosa!


Cría y mamá T personatus
Madre y cría de Trogón Enmascarado (Trogón personatus).
Pero, ¿de qué se trataba?, ¿por qué estaba tan asustado el polluelo?, ¿por qué la hembra adulta tenía una oruga en su pico sin tragarla?
 
Empezamos a conjeturar alrededor del comportamiento que veíamos. Mis aportes eran pocos. Mis dos compañeros más avezados en el tema proponían teorías basadas en sus lecturas y experiencias en campo. No somos expertos en el comportamiento del T. personatus en el bosque de niebla del flanco oriental de la cordillera oriental de Colombia, para eso se requiere haber hecho una tesis con el mismo nombre y haberla presentado en una prestigiosa universidad. Pero no, no sabíamos de qué se trataba. La única explicación que se nos ocurrió fue que los papás Trogón estuvieran motivando a su hijo a volar. Al parecer no es un comportamiento raro en las aves. Recientemente había visto como los cóndores andinos empujaban al vacío a sus crías reiteradamente hasta que alzaran su  majestuoso vuelo. Tenía sentido nuestra teoría pero tocaba validarla con la literatura o personas que conocieran más a fondo el comportamiento de los trogones.
 
Seguimos descendiendo por el sendero avistando pocos individuos de especies ya vistas. De repente me pregunta Sergio si ya había ido a la cascada. Le respondí que no, que no sabía siquiera que había una en este bosque. Me convidó y nos internamos como cien metros más dentro del bosque y allí estaba. Una hermosa cascada de algunas decenas de metros en una caída muy vertical.
 
Mientras veíamos la caída de agua, vimos un pajarito blanco y negro revoloteando y caminando en la pared de la cascada. Era un Mirlo Acuático (Cinclus leucocephalus) y estaba bastante concentrado en su tarea de buscar comida entre las piedras y rendijas de la cascada. No se asustó. Estuvo más de quince minutos en frente a nosotros saltando, realizando vuelos cortos de un punto al otro y abriendo sus pequeñas alas hacia arriba en todo momento.

Cinclus leucocephalus 4
Cinclus leucocephalus

Terminamos nuestra aventura cansados pero muy contentos. Muy contentos de haber visto tantas cosas maravillosas en un lugar tan mágico. Esta vez no vi ninguna especie nueva para mi listado personal, pero sí pude observar comportamientos que nunca había visto y que me invitan a reflexionar si esta afición se trata solo de chequear especies nuevas en un listado o más bien de disfrutarlas en su entorno natural.
 
*Publicado en la revista "El Clarinero" de la Asociación Bogotá de Ornitología en la edición de febrero de 2013.
 
 
Especies registradas (30 de diciembre de 2012)
Anas andium
Penelope montagnii
Ardea alba
Coragyps atratus
Cathartes aura
Geranoaetus melanoleucus
Falco sparverius
Rallus semiplumbeus
Tringa melanoleuca
Patagioenas fasciata
Systellura longirostris
Uropsalis lyra
Streptoprocne zonaris
Colibri thalasinus
Heliangelus amethysticollis
Metallura tyrianthina
Eriocnemis cupreoventris
Chaetocercus mulsant
Trogon personatus
Andigena nigrirostris
Picoides fumigatus
Margarornis squamiger
Tripadectes holostictus
Xiphocolaptes promeropirhynchus
Grallaria ruficapilla
Grallaria rufula
Scytalopus griseicollis
Phyllomyias nigrocapillus
Elaenia frantzii
Mecocerculus stictopterus
Mecocerculus leucophrys
Contopus fumigatus
Serpophaga cinerea
Ochthoeca cinnamomeiventris
Ochthoeca rufipectoralis
Tyrannus melancholicus
Pipreola riefferii
Ampelion rubrocristatus
Cyanolyca armillata
Troglodytes aedon
Henicorhina leucophrys
Cinclus leucocephalus
Turdus fuscater
Hemispingus atropileus
Hemispingus superciliaris
Hemispingus melanotis
Thraupis cyanocephala
Tangara nigroviridis
Buthraupis montana
Anisognathus igniventris
Dubusia taeniata
Tangara vassori
Conirostrum sitticolor
Diglossa albilatera
Diglossa caerulescens
Diglossa cyanea
Zonotrichia capensis
Arremon assimilis
Atlapetes schistaceus
Myioborus ornatus
Basileuterus nigrocristatus
Dendroica fusca
Cacicus chrysonotus
Icterus chrysater
Sturnella magna

lunes, 7 de enero de 2013

Chicaque: año nuevo, especies nuevas.

Un par de días atrás fui contactado por mi amigo Daniel a través de la Internet. El propósito, invitarme a pajarear al Parque Natural Chicaque con un grupo de aficionados que visitarían el parque para observar las aves del ecosistema. De inmediato acepté la propuesta y empezamos a detallar los pormenores de la visita, con tan mala fortuna que tuvimos que dividir el grupo en dos debido al número de participantes.
 
Arrancamos un poco tarde de lo usual. Hacia las siete de la mañana estaba principiando nuestra visita con la esperanza que la llegada tarde no nos aguara la fiesta con las más de trescientas especies de aves que viven o visitan el parque. El parque queda a 11 kilómetros de la salida de Bogotá por la Autopista Sur. La llegada es muy sencilla: 9 kilómetros por carretera pavimentada en excelente estado y 2 kilómetros por carretera destapada en buenas condiciones.
 
En los primeros descensos de nuestro recorrido, nos encontramos con varios individuos de especies comunes como el Atrapamoscas Acanelado (Pyrrhomyias cinnamomea), el Montero Ojiblanco (Chlorospingus  flavopectus) y el Heliángelus Belicoso (Heliangelus exortis). Vale la pena resaltar la gran cantidad de Reinitas del Canadá (Wilsonia canadensis) y mi primer avistamiento de la Paloma-perdiz Roja (Geotrygon montana).


Wilsonia canadensis
Wilsonia canadiensis
Mientras afinábamos detalles antes de la pajareada, estábamos inquietos sobre si el sábado era un buen día para pajarear en Chicaque. Es bien sabido que el sitio es muy visitado por caminantes, acampadores y turistas en general.

Hacia las nueve de la mañana empezamos a encontrarnos visitantes descendiendo por los caminos del parque pero, al contrario de lo que pensábamos, dichas personas en vez de espantarnos las aves nos dieron suerte para ver una bandada enorme (quizá la más grande que he presenciado a la fecha).
 
La bandada que vimos hacia las nueve de la mañana, tenía por lo menos 70 individuos entre atrapamoscas, trepatroncos, arañeros y reinitias. No alcanzábamos a enfocar e identificar un individuo, cuando ya aparecía otro en el cuadro y robaba nuestra atención. Sin duda alguna, un espectáculo para ver y recordar toda la vida.
 
Seguimos descendiendo y seguían apareciendo más y más aves. Las bajadas empinadas nos hacían perder altura con cada paso que dábamos. A medida que descendíamos veíamos ya otros tipos de aves de climas menos fríos del que iniciamos. Aparecieron las tángaras con sus maravillosos colores y rápidos movimientos para aumentar nuestra lista del día. Vimos Tangara nigroviridis, T. parzudakii, T. cyanocephala entre otras Thraupidae.


Tangara parzudakii 2
Tangara parzudakii
A este momento de nuestra aventura, ya nuestro amigo Daniel estaba maravillado e impactado de ver tantas especies de aves en un recorrido tan corto. Él, acostumbrado a paisajes más abiertos en los humedales de la capital, estaba disfrutando tanto como yo de este ecosistema tan propicio para las aves, como lo es el bosque de niebla.
 
Justo antes de llegar al Refugio (sitio para acampar y comer dentro del Parque), tuvimos la fortuna de encontrarnos con un par de búhos que pasaban su día refugiados del sol en un árbol a la orilla del camino.
 
Pasamos allí cerca de treinta minutos tratando de verlos bien y lograr identificarlos. Los búhos estaban juntos y bien acurrucados, lo que dificultaba su identificación. Luego de buscar mejores ángulos y rogar que se desperezaran para poder ver sus rasgos más distintivos, logramos identificarlos como una pareja de Currucutú Gorgiblanco (Megascops albogularis). Lamentablemente, no fue posible encontrar un ángulo lo suficientemente bueno como para una foto digna de compartir.
 
Pasamos por el Refugio camino al robledal con el anhelo de encontrar más especies diferentes. Queríamos ver al Tucancito Esmeralda y al Cuco Ardilla para cerrar nuestra ida con broche de oro. A pesar de que nos los pudimos ver, el bosque nos premió con una pareja de Carpintero de los Robles (Melanerpes formicivorus) y un Colibrí Chupasavia (Boissonneaua flavescens), este último otra especie nueva para mí.
 
El camino de regreso estuvo marcado por el encuentro con el otro grupo de amigos (guiados por Pablo Casallas) y una subida empinada que deja sin aire al más preparado alpinista.
 
Luego de compartir los avistamientos más relevantes con nuestros amigos del otro grupo, les recomendamos vieran los búhos que tanto nos costó identificar para ver si podían tomarle una buena foto que sirviera como evidencia del registro.
 
A pesar de la fuerte subida, pudimos ver al Cuco Ardilla (Piaya cayana) que tanto habíamos estado buscando durante todo el recorrido y al Colibrí de Pompones (Eriocnemis vestita) gracias a un enamorado que le advertía a su novia sobre la presencia de un chupaflor al costado del camino. Dos nuevas especies más para la lista de cerca de 60 especies que llevamos a la hora.


Piaya cayana
Piaya cayana
Ya para terminar la visita, decidimos ir a los comederos de colibrí ubicados en el restaurante a la entrada del parque. Son tres comederos en donde llegan alrededor de nueve especies diferentes de colibríes. Para nuestra fortuna pudimos ver el Inca Dorado (Coeligena bonapartei) que tantos visitantes atrae al parque.
 
Durante todo el recorrido agregué más de diez especies nuevas en mi lista personal. Sin duda alguna un excelente destino para ver aves y un buen presagio para este año que comienza.

Ir a la galería en Flickr.

Listado de aves registradas durante la pajareada

Penelope montagnii
Bubulcus ibis
Coragyps atratus
Geranoaetus melanoleucus
Geotrygon montana
Piaya cayana
Megascops albogularis
Streptoprocne rutila
Streptoprocne zonaris
Colibri thalassinus
Colibri coruscans
Adelomyia melanogenys
Boissonneaua flavescens
Lafresnaya lafresnayi
Coeligena torquata
Coeligena bonapartei
Heliangelus exortis
Eriocnemis vestitus
Ocreatus underwoodii
Metallura tyrianthina
Aglaiocercus kingi
Melanerpes formicivorus
Margarornis squamiger
Anabacerthia striaticollis
Xenops rutilans
Xiphocolaptes promeropirhynchus
Lepidocolaptes lacrymiger
Grallaria ruficapilla (registro auditivo)
Scytalopus latrans (registro auditivo)
Scytalopus griseicollis
Mecocerculus stictopterus
Leptopogon rufipectus
Myiophobus flavicans
Pyrrhomyias cinnamomea
Troglodytes aedon
Henicorhina leucophrys
Catharus ustulatus
Turdus fuscater
Hemispingus atropileus
Hemispingus superciliaris
Hemispingus frontalis
Hemispingus verticalis
Thraupis cyanocephala
Tangara parzudakii
Tangara labradorides
Tangara cyanicollis
Tangara nigroviridis
Tangara vassorii
Diglossa albilatera
Diglossa cyanea
Chlorospingus ophthalmicus
Zonotrichia capensis (registro auditivo)
Atlapetes albofrenatus
Atlapetes pallidinucha
Dendroica fusca
Mniotilta varia
Wilsonia canadensis
Myioborus miniatus
Basileuterus nigrocristatus
Basileuterus coronatus
Basileuterus tristriatus