lunes, 9 de junio de 2014

Pajareando en el Cerro Quininí con los amigos de la ABO

Publicado en El Clarinero de Junio de 2014

El pasado 26 de abril realizamos la pajareada mensual de la ABO en compañía de 13 entusiastas de las aves de nuestra ciudad. Fue un recorrido de dos horas en automóvil para llegar a este hermoso sitio de la cordillera oriental, ubicado en el municipio de Tibacuy en Cundinamarca.

Es una caminata con nivel de dificultad intermedio, que se realiza entre pequeñas parcelas con cultivos de café, plátano y cítricos rodeados de buenos bosques de clima templado, riachuelos y uno que otro pastizal para la cría de ganado no extensivo por parte de los campesinos de la zona. Quizás esta variedad de ecosistemas permite que en pocas horas se logre avistar una cantidad no despreciable de diferentes especies de aves de la región. 

El recorrido lo iniciamos hacia las siete y treinta de la mañana desde el punto llamado El Ocobo con el objetivo de llegar hasta el punto final al medio día y para estar de vuelta a las dos de la tarde. La planeación no se cumplió y estuvimos de vuelta en nuestro punto de partida cerca de dos horas más tarde de lo estimado. La causa de nuestra llegada tarde: una pajareada maravillosa de más de 68* especies distintas de aves y momentos de alegría con nuestros socios y amigos.

Para recordar y hacer corta la historia, les cuento dos momentos gratos que estoy seguro todos los participantes tendrán aún en su retina. Hasta una próxima.

¡Cuidado!, pajarero al volante

Un poco antes de las siete de la mañana, tomamos la carretera que conduce al Cerro desde el municipio de Silvania. Es una carretera con bajo tráfico que permite disfrutar a un costado la inmensa montaña y al otro costado el precipicio con telón de fondo a la meseta de Chinauta.

A medio camino y como lo manda la ley del pajarero, veníamos con los vidrios abajo prestos a oír lo que nos permitiera el ruido del motor del carro. Sorprendidos, empezamos a escuchar sonidos estruendosos, de gran vigor y fácil identificación a un margen de la carretera. Ya a baja velocidad, vimos dos individuos de Ortalis columbiana que atravesaban la carretera y que de inmediato nos obligaron a poner luces de parqueo y a advertir, con señas incómodas, a nuestros amigos motorizados de atrás sobre nuestro avistamiento.

Sí, el recibimiento no pudo ser mejor. Se trataba de una de las especies endémicas que se observa en la zona y que pudimos ver claramente sin siquiera llegar al Cerro y sin poner un pie en el piso. 

Una Dacnis que nos puso a bailar

De repente, me encontraba corriendo cincuenta metros cuesta arriba gracias a las señas y el murmullo de Jairo diciendo: “La Dacnis, la Dacnis…”

Ya sin aire y con solo el pulso necesario para enfocar, pude ver un macho de Dacnis hartlaubi forrajeando en un árbol de tamaño mediano y muy cerca de la copa. Su azul turquesa, antifaz negro y ojos rojos lo hacen fácilmente identificable en contraste con la dificultad enorme y permanente que hay para diferenciar una Atrapamoscas de otro.

El no llevar cámara evitó que me ensimismara y permitió que me acordara de mis amigos rezagados que esperaban ver esta hermosa ave. Me devolví varios metros para llamarlos y avisarles que apretaran el paso que la Dacnis los estaba esperando para que la conocieran por primera vez o para que se deleitaran nuevamente con su belleza. Pues les tocó atravesar cerca de púas y echar binocular un par de minutos más hasta que la pudieron encontrar nuevamente y todos pudieron ver el macho y la hembra de esta especie de Tangara.

El júbilo era inmenso ya que todos la pudimos ver y varios se quedaron con hermosas fotografías para el recuerdo (¡que envidia!). Fue tanta la alegría que se nos quitó la pena y Diana nos puso a bailar a todos su bailecito del lifer que nos propuso durante toda la pajareada. La foto lo dice todo.

Participantes a la pajareada en el Cerro Quininí.

Lista completa de aves en eBird.