sábado, 21 de septiembre de 2013

Paipa, un destino turístico completo*

Sin proponérmelo, la forma en la que planeo los paseos familiares ha cambiado desde que entré a este maravilloso mundo de las aves. Ahora no solo trato de buscar un buen lugar para descansar con mi familia, sino que averiguo qué sitios hay cerca para que pueda salir a pajarear un rato y seguir conociendo nuestras riquezas naturales.
El fin de semana pasado teníamos la visita de mi hermana por lo que decidimos salir por los alrededores de Bogotá de descanso. Buscamos varias opciones para disfrutar hasta que acordamos entre todos ir a Paipa. A mi esposa y a mi hermana les llamó la atención conocer y disfrutar las aguas termales que hay en este municipio boyacense, la historia de la región y varios bocadillos de su cocina. De inmediato me di a la tarea de buscar el sitio al que saldría a pajarear ese fin de semana.
Pasé varias horas sentado enfrente del computador tratando de buscar anuncios, registros, blogs, reseñas o fotos que me orientaran para saber a dónde ir. Pasaban las horas y no encontraba ninguna opción. Incluso apelé a nuestros amigos de la RNOA (a través de Facebook) sin éxito alguno. No lo podía creer: cerca de Paipa no se puede pajarear.

Se acercaba la hora de tomar la ruta 55 y aún no tenía sitio a donde ir. Ya desesperado, decidí consultar las páginas web de los hoteles de Paipa con la esperanza de encontrar alguna pista para lograr mi objetivo, y la encontré. Algunos hoteles anunciaban una reserva municipal llamada Ranchería como sitio turístico cerca de sus instalaciones. Con este rastro en mente, me enfoqué en buscar información de la avifauna de esta reserva, que se reseñaba como un bosque altoandido con páramos y subpáramos. Sorprendentemente, en Internet no había información significativa sobre este lugar, así que decidí llamar al hotel y programar una visita guiada para conocer la reserva.
Acordamos encontrarnos con Jorge, mi guía, en el semáforo del pueblo. A las cinco y media de la mañana tomamos carretera rumbo a Ranchería. La reserva queda a 15 kilómetros de Paipa en la carretera que conduce al corregimiento de Palermo. Es famosa por una caída de agua de 10 metros y porque allí nace la quebrada que surte de agua a los paipanos. En el área protegida, hay bosques nativos sin intervención y otros rodeados de pastizales y cultivos.
  
Paisaje 1
Paisaje Reserva Ranchería.
En algo menos de cuarenta minutos ya estábamos preparando las botas, los binóculos y la cámara en los predios de un campesino amigo de la familia de Jorge. Él conoce muy bien la zona porque nació allí y su familia aún vive en esta vereda montañosa del centro del país. Nuestra pajareada comenzó con un Tiranuelo Gorgiblanco (Mecocerculus leucophrys), algunas Diglosas Negras (Diglossa humeralis) y varios colibríes que pasaban muy cerca zumbando.
Seguimos caminando y nos topamos con más de siete Azulejos Reales (Buthraupis montana). Nunca había visto tantos individuos de esta especie. Estuvieron siempre por donde caminábamos en la reserva. Es un ave con un amarillo sólido en su vientre, una capucha negra, un cuerpo gris azuloso y lo más distintivo: sus brillantes ojos rojos.

Buthraupis montana 2
Buthraupis montana @Reserva Ranchería
Otra ave que nos sorprendió por la cantidad de individuos y su comportamiento, fue la Cotinga Crestada (Ampelion rubrocristatus). Vimos al menos cuatro de ellos en todo el recorrido. En una escena, vimos un par desafiándose mutuamente hasta el punto de chocar entre sí. Tengo la sospecha de que estaban en época de reproducción por estas peleas y porque vimos a uno con material en su pico como para construir un nido.
Nuestros americanos amigos alados, los colibríes, hicieron una fuerte presencia en el lugar. Vimos seis especies en las cuatro horas de pajareada que disfrutamos. Se destacan entre estas especies Cometa Coliverde (Lesbia nuna), Metalura Colirojo (Metallura tyrianthina) y el hermoso Inca Dorado (Coeligena bonapartei). Este último, al parecer tenía un nido al costado de uno de los caminos por donde anduvimos.


Coeligena bonapartei
Coeligena bonapartei @Reserva Ranchería.
Con ganas de seguir pajareando pero con el deber de atender a mi familia, decidí bajar de la reserva hacia las diez de la mañana. Al tiempo que guardábamos las cosas y charlábamos con el señor amigo de la familia de Jorge, vimos pasar muy cerca de nosotros una rapaz que no logré identificar. Mala suerte. Ya había guardado la cámara y claramente no era un adulto del Águila de Páramo que sí logro reconocer. Algo me dice que debo volver a finalizar esta tarea pendiente y que en Paipa sí se puede pajarear.
*A la memoria de Thomas McNish. Seguir su ejemplo, fue lo que me llevó a abrir este blog y compartir mis experiencias.

miércoles, 24 de abril de 2013

Cazadores de luz

Desde hacía un tiempo andaba en la búsqueda de un curso sobre fotografía. La oferta es enorme por Internet y bastante amplia de manera presencial. El curso que soñaba no era para retratar caras, objetos, cuerpos, composiciones artísticas y mucho menos fiestas familiares. No, el curso que soñaba era para fotografiar vida silvestre y si tenía más suerte aún, pájaros.
 
Qué sorpresa me llevé cuando recibí un correo que ofertaba un curso de fotografía de aves. Era justo lo que había soñado y era ofrecido por un muy buen fotógrafo que comparte varias de sus mejores tomas en la Internet. Se trataba del fotógrafo y pajarero Daniel Uribe. El curso sería en la ciudad de Manizales, famosa por ser un centro internacional para los amantes de las aves.
 
Una vez alistado todo, me desplacé a la ciudad de Manizales por avión. El presagio era bueno pues el clima fue benevolente con mi sueño y el avión pudo salir de Bogotá y aterrizar en Manizales sin contratiempos. Desde el primer día quedé enamorado del sitio. Me hospedé en un hotel sencillo y muy bonito que queda sobre la antigua carretera al Parque Natural Los Nevados. La atención de la familia que me atendió en el Ecohotel Camino del Ruiz fue excelente y lo recomiendo ampliamente como plan familiar o para el avistamiento de aves en la región.
 
El primer día del curso salí por la madrugada a dar una vuelta alrededor del jardín del hotel para ver y fotografiar las aves del lugar. ¡Qué maravilla de aves encontré! En solo hora y media disfruté de picaflores, golondrinas, carpinteros, colibrís, semilleros y reinitas.

Diglossa albilatera
Diglossa albilatera @Ecohotel Camino del Ruíz
El curso arrancó como estaba planeado en el Auditorio de los Termales Tierra Viva a las ocho en punto de la mañana. Luego de presentarnos y expresar nuestras expectativas, compartimos nuestros equipos con todos los compañeros y discutimos sobre equipos y accesorios para la fotografía de aves. Entre lentes, cuerpos y trípodes Daniel arrancó con sus enseñanzas y consejos claves: “el trípode es el mejor amigo del fotógrafo”, “no dañes la óptica de tu lente con un filtro protector de 30 dólares” y “protege tu lente con su parasol”, fueron tres de los ejemplos que más resonaron en el auditorio del hotel.
 
Una vez superada la etapa de teoría de fotografía básica y el almuerzo, nos dirigimos al Recinto del Pensamiento a nuestra primera sesión práctica. Uno de los lugares de este parque está dedicado a las aves. Es una hermosa casa en un alto rodeada de árboles, plantas, flores de varios colores y algunos bebederos que atraen decenas de colibrís. Me esforcé para lograr buenas fotos sin éxito alguno. Entre la teoría que rondaba mi cabeza, la dificultad para modificar parámetros de la cámara y el uso de un trípode prestado, fui incapaz de realizar buenas fotos merecedoras de ser compartidas en la red. Creo que había salido de la zona de comodidad en que me encontraba y estaba aprendiendo nuevas cosas que sin duda mejorarían la calidad final de mis fotos. Me sentí un poco frustrado.

Colibri
Boissonneaua flavescens @Recinto del Pensamiento
De vuelta al aula de clase, avanzamos en la teoría y al final descargamos las fotos tomadas durante el primer día en la sesión práctica. Mis compañeros tomaron varias fotos muy bonitas mientras que yo a duras penas logré un par de baja calidad.
 
Para el segundo día el profesor nos hizo una propuesta sobre la sesión práctica. Nos ofreció elegir entre hacer la práctica en los bosques cercanos al hotel o subir al páramo camino del Parque Natural Los Nevados. La decisión fue casi unánime: subir al páramo. La única condición era madrugar un poco y empezar a subir a las seis de la mañana, algo que estuvimos de acuerdo en cumplir los doce participantes del taller.
 
A las seis y cuarto de la mañana estuvimos listos para subir al páramo. Arrancamos nuestro camino entre curvas, camiones, neblina y la expectativa de si encontraríamos un clima apropiado o nos encontraríamos con uno adverso. Tomamos la carretera que conduce a Bogotá y nos desviamos por la que conduce al Parque. Por esta carretera mucho menos transitada, avanzamos un par de kilómetros hasta que vimos que nuestro guía y profesor se detuvo en una casa de campo rodeada de árboles y flores propios del bosque alto andino. Nos imaginamos que ese era el lugar para desayunar a lo que Daniel respondió con un tajante “no”. En este sitio nos aclimataríamos un poco antes de emprender la última subida y llegar al páramo.
 
Entre Pinches, Cucaracheros de Páramo, Semilleros, Gorriones y dos temblores del Volcán Nevado del Ruiz, realizamos nuestra segunda práctica de campo. Sí, mientras estábamos en la segunda práctica de campo vivimos el temblor del volcán a pocos kilómetros de éste. Fueron dos eventos sísmicos de 3.8 y 4.0 de magnitud, asociados al desprendimiento de roca dentro del volcán.
Cistothorus apolinari 3
Cistothorus platensis @PNN Los Nevados
Sentimos un fuerte crujir y movimiento en nuestros pies. No nos asaltó el pánico pues nos favoreció estar por fuera de alguna estructura o edificación hecha por el hombre. Seguimos nuestra sesión práctica sin tener certeza de qué había ocurrido.
 
Llegamos a desayunar a un paraje a 4.000 metros sobre el nivel del mar. La señora que nos atendió estaba un poco consternada por los temblores y nos dijo que nunca había sentido un movimiento tan fuerte en sus veinte años de vivir en la zona. Esa noticia nos sorprendió un poco pero no había razón para no continuar nuestro recorrido, así que decidimos continuar el mismo.
 
Pasado el susto y con la barriga llena, Daniel nos contó una anécdota muy bonita cuya moraleja es que los fotógrafos son cazadores de luz y que por ende debíamos buscar la mejor luz del páramo para de esta forma lograr buenas fotografías.
 
Buscamos alejarnos de la espesa bruma que rodeaba el paraje en donde desayunamos y fue así como llegamos a la entrada del Parque Natural Los Nevados. Allí nos divertimos buscando y tratando de fotografiar Colibrís, Canasteros, Semilleros y Tororois. La habilidad de Daniel para ubicar a las aves nos ayudó estar cerca de ellas y así mejorar las fotos que vinimos a buscar con las nuevas técnicas aprendidas.

Grallaria quitensis
Grallaria quitensis @PNN Los Nevados
Bajamos del páramo y finalizamos el curso con una última sesión práctica y compartiendo las mejores fotos que habíamos tomado los participantes. Logramos varias fotos muy bonitas que cada uno compartió al grupo entre risas y anécdotas vividas durante el fin de semana. Sin lugar a dudas fue un curso muy fructífero para todos y que vale la pena recomendar a otros interesados en este bonito pasatiempo de ver y fotografiar aves. Sueño cumplido.

Álbum completo de fotos en Flickr

sábado, 6 de abril de 2013

Censo Navideño en Mundo Nuevo

Aún no había llegado el vendedor de tintos y panes que siempre inicia nuestras pajareadas en la calle 72 con carrera séptima. Nos acompaña con su tinto dulce y sus bizcochos de la noche anterior que son siempre bien recibidos cuando la espera se prolonga más de lo deseado. Esta vez el trasnochado es él, y como consecuencia, una fila de taxis empieza a irse a la competencia de la próxima avenida.
 
Sin el acostumbrado tinto recorrimos los cuarenta y seis kilómetros que separan nuestro punto de encuentro y la vereda Mundo Nuevo. Era una madrugada con una luna llena enorme que nos ayudaba a encontrar la carretera que a veces se escondía entre árboles y curvas. Entretanto, recordábamos nuestras aventuras pasadas queriendo repetir varias de las aves que ya habíamos visto en ocasiones previas.
 
Entre las cabeceadas de Adriana y los bostezos de Sergio, este último nos venía contando que los guías locales de Mundo Nuevo le habían dicho de un ave que se veía antes del amanecer cerca de la quebrada con una cola muy larga. La descripción llevaba a concluir a Sergio que podría tratarse del Guardacaminos Lira (Uropsalis lyra) pero que él nunca lo había visto en sus innumerables salidas al campo en esta vereda del municipio de La Calera.
 
Dejamos el carro en la puerta de la casa de doña Carmen y alistamos nuestras botas, binoculares, cámaras, comida y listas para el conteo. Caminando al sitio anotamos las medidas básicas de altitud y coordenadas geográficas para poder entregar el reporte completo a la entidad encargada de los conteos.
 
Mientras yo miraba el celular para así anotar las coordenadas geográficas de mi propio registro, siento varias voces gritando en voz baja “el uropsalis, el uropsalis”, levanto mi cabeza y veo a mis dos compañeros apuntando con sus binoculares por encima del horizonte y a un costado de la luna que aún no había decidido ocultarse. Llegué tarde a la cita entre el caprimúlgido y mis binoculares. Que frustración sentí. No es fácil ver individuos de esta familia y esta vez no lo pude observar.
 
Paisaje a
Paisaje antes del amanecer.
Aún no había amanecido pero no estaba oscuro. Decidimos aminorar el paso para darle tiempo al sol de que hiciera su trabajo y esperar que las aves salieran en búsqueda de su primera comida del día. El arranque no pudo ser mejor y vimos una Pava Andina (Penelope montagnii) un poco despeinada, acompañada por un par más en un árbol al otro lado de la quebrada. Varias fotos para el registro y continuamos cuesta arriba.
 
En el ascenso hasta la chucua que marca la mitad del recorrido, vimos algunos colibríes y reinitas, varias tangaras, bastantes tiránidos y tráupides y uno que otro furnárido buscando su comida entre la hojarasca. 
 
Entre tantos sitios hermosos que hay en este lugar, siempre nos gusta llegar a una laguna pequeña que se encuentra en la parte más alta del recorrido. Nuestra esperanza es lograr ver una gran cantidad de aves acuáticas en este pequeño ecosistema. Esta vez solo pudimos ver al Pato Andino (Anas andium) y al Andarríos Mayor (Tringa Melanoleuca) en la laguna y, como un vigilante blanco y elegante, vimos una Garza Real (Ardea alba) a un costado del estanque.


A Andimun T Melanoleuca
Anas Andium y Tringa Melanoleuca
Ya en la parte media del recorrido, decidimos descansar un rato y probar la comida que habíamos traído para compartir entre todos. Sándwich, pandebonos y chicharrones fueron los encargados de darnos energía para reponernos y poder caminar los seis kilómetros de vuelta que tiene la ruta elegida.
 
Nuestros paraguas, que tanta falta nos hacen en estos bosques de niebla cuando llueve y no los traemos, esta vez fueron utilizados como sombrillas calentanas y así cubrirnos del inclemente sol hizo durante el recorrido por los pastizales de la parte alta.
 
Recién entrados en la boca del bosque, Adriana se adelantó varios cientos de metros y la perdimos de vista. Aceleramos el paso para alcanzarla mientras veíamos tangaras y atrapamoscas a uno y otro lado del camino. Cuando el grupo se reunió de nuevo, presenciamos un evento maravilloso de la naturaleza propio para un capítulo de televisión de un programa de vida salvaje.
 
Una hembra y un macho de Trogón Enmascarado (Trogon personatus) parecían estar muy excitados en un cortejo, cada uno con una oruga en su pico. Los oímos vocalizar y moverse de una rama a otra hasta que el macho se nos perdió entre las ramas y sombras del bosque. De repente vimos volar una bolita café desde un costado del camino al otro. Nos pasó justo encima de la cabeza con su volar torpe y parsimonioso. Rápidamente enfocamos nuestros prismáticos hacia él para ver de qué se trataba. Inconfundiblemente, la bolita café que estábamos viendo era un juvenil de Trogón Enmascarado con su pico amarillo y corto, la máscara en sus ojos  y la cercanía a una hembra adulta de la misma especie.
 
¡Que sorpresa tan maravillosa!


Cría y mamá T personatus
Madre y cría de Trogón Enmascarado (Trogón personatus).
Pero, ¿de qué se trataba?, ¿por qué estaba tan asustado el polluelo?, ¿por qué la hembra adulta tenía una oruga en su pico sin tragarla?
 
Empezamos a conjeturar alrededor del comportamiento que veíamos. Mis aportes eran pocos. Mis dos compañeros más avezados en el tema proponían teorías basadas en sus lecturas y experiencias en campo. No somos expertos en el comportamiento del T. personatus en el bosque de niebla del flanco oriental de la cordillera oriental de Colombia, para eso se requiere haber hecho una tesis con el mismo nombre y haberla presentado en una prestigiosa universidad. Pero no, no sabíamos de qué se trataba. La única explicación que se nos ocurrió fue que los papás Trogón estuvieran motivando a su hijo a volar. Al parecer no es un comportamiento raro en las aves. Recientemente había visto como los cóndores andinos empujaban al vacío a sus crías reiteradamente hasta que alzaran su  majestuoso vuelo. Tenía sentido nuestra teoría pero tocaba validarla con la literatura o personas que conocieran más a fondo el comportamiento de los trogones.
 
Seguimos descendiendo por el sendero avistando pocos individuos de especies ya vistas. De repente me pregunta Sergio si ya había ido a la cascada. Le respondí que no, que no sabía siquiera que había una en este bosque. Me convidó y nos internamos como cien metros más dentro del bosque y allí estaba. Una hermosa cascada de algunas decenas de metros en una caída muy vertical.
 
Mientras veíamos la caída de agua, vimos un pajarito blanco y negro revoloteando y caminando en la pared de la cascada. Era un Mirlo Acuático (Cinclus leucocephalus) y estaba bastante concentrado en su tarea de buscar comida entre las piedras y rendijas de la cascada. No se asustó. Estuvo más de quince minutos en frente a nosotros saltando, realizando vuelos cortos de un punto al otro y abriendo sus pequeñas alas hacia arriba en todo momento.

Cinclus leucocephalus 4
Cinclus leucocephalus

Terminamos nuestra aventura cansados pero muy contentos. Muy contentos de haber visto tantas cosas maravillosas en un lugar tan mágico. Esta vez no vi ninguna especie nueva para mi listado personal, pero sí pude observar comportamientos que nunca había visto y que me invitan a reflexionar si esta afición se trata solo de chequear especies nuevas en un listado o más bien de disfrutarlas en su entorno natural.
 
*Publicado en la revista "El Clarinero" de la Asociación Bogotá de Ornitología en la edición de febrero de 2013.
 
 
Especies registradas (30 de diciembre de 2012)
Anas andium
Penelope montagnii
Ardea alba
Coragyps atratus
Cathartes aura
Geranoaetus melanoleucus
Falco sparverius
Rallus semiplumbeus
Tringa melanoleuca
Patagioenas fasciata
Systellura longirostris
Uropsalis lyra
Streptoprocne zonaris
Colibri thalasinus
Heliangelus amethysticollis
Metallura tyrianthina
Eriocnemis cupreoventris
Chaetocercus mulsant
Trogon personatus
Andigena nigrirostris
Picoides fumigatus
Margarornis squamiger
Tripadectes holostictus
Xiphocolaptes promeropirhynchus
Grallaria ruficapilla
Grallaria rufula
Scytalopus griseicollis
Phyllomyias nigrocapillus
Elaenia frantzii
Mecocerculus stictopterus
Mecocerculus leucophrys
Contopus fumigatus
Serpophaga cinerea
Ochthoeca cinnamomeiventris
Ochthoeca rufipectoralis
Tyrannus melancholicus
Pipreola riefferii
Ampelion rubrocristatus
Cyanolyca armillata
Troglodytes aedon
Henicorhina leucophrys
Cinclus leucocephalus
Turdus fuscater
Hemispingus atropileus
Hemispingus superciliaris
Hemispingus melanotis
Thraupis cyanocephala
Tangara nigroviridis
Buthraupis montana
Anisognathus igniventris
Dubusia taeniata
Tangara vassori
Conirostrum sitticolor
Diglossa albilatera
Diglossa caerulescens
Diglossa cyanea
Zonotrichia capensis
Arremon assimilis
Atlapetes schistaceus
Myioborus ornatus
Basileuterus nigrocristatus
Dendroica fusca
Cacicus chrysonotus
Icterus chrysater
Sturnella magna

lunes, 7 de enero de 2013

Chicaque: año nuevo, especies nuevas.

Un par de días atrás fui contactado por mi amigo Daniel a través de la Internet. El propósito, invitarme a pajarear al Parque Natural Chicaque con un grupo de aficionados que visitarían el parque para observar las aves del ecosistema. De inmediato acepté la propuesta y empezamos a detallar los pormenores de la visita, con tan mala fortuna que tuvimos que dividir el grupo en dos debido al número de participantes.
 
Arrancamos un poco tarde de lo usual. Hacia las siete de la mañana estaba principiando nuestra visita con la esperanza que la llegada tarde no nos aguara la fiesta con las más de trescientas especies de aves que viven o visitan el parque. El parque queda a 11 kilómetros de la salida de Bogotá por la Autopista Sur. La llegada es muy sencilla: 9 kilómetros por carretera pavimentada en excelente estado y 2 kilómetros por carretera destapada en buenas condiciones.
 
En los primeros descensos de nuestro recorrido, nos encontramos con varios individuos de especies comunes como el Atrapamoscas Acanelado (Pyrrhomyias cinnamomea), el Montero Ojiblanco (Chlorospingus  flavopectus) y el Heliángelus Belicoso (Heliangelus exortis). Vale la pena resaltar la gran cantidad de Reinitas del Canadá (Wilsonia canadensis) y mi primer avistamiento de la Paloma-perdiz Roja (Geotrygon montana).


Wilsonia canadensis
Wilsonia canadiensis
Mientras afinábamos detalles antes de la pajareada, estábamos inquietos sobre si el sábado era un buen día para pajarear en Chicaque. Es bien sabido que el sitio es muy visitado por caminantes, acampadores y turistas en general.

Hacia las nueve de la mañana empezamos a encontrarnos visitantes descendiendo por los caminos del parque pero, al contrario de lo que pensábamos, dichas personas en vez de espantarnos las aves nos dieron suerte para ver una bandada enorme (quizá la más grande que he presenciado a la fecha).
 
La bandada que vimos hacia las nueve de la mañana, tenía por lo menos 70 individuos entre atrapamoscas, trepatroncos, arañeros y reinitias. No alcanzábamos a enfocar e identificar un individuo, cuando ya aparecía otro en el cuadro y robaba nuestra atención. Sin duda alguna, un espectáculo para ver y recordar toda la vida.
 
Seguimos descendiendo y seguían apareciendo más y más aves. Las bajadas empinadas nos hacían perder altura con cada paso que dábamos. A medida que descendíamos veíamos ya otros tipos de aves de climas menos fríos del que iniciamos. Aparecieron las tángaras con sus maravillosos colores y rápidos movimientos para aumentar nuestra lista del día. Vimos Tangara nigroviridis, T. parzudakii, T. cyanocephala entre otras Thraupidae.


Tangara parzudakii 2
Tangara parzudakii
A este momento de nuestra aventura, ya nuestro amigo Daniel estaba maravillado e impactado de ver tantas especies de aves en un recorrido tan corto. Él, acostumbrado a paisajes más abiertos en los humedales de la capital, estaba disfrutando tanto como yo de este ecosistema tan propicio para las aves, como lo es el bosque de niebla.
 
Justo antes de llegar al Refugio (sitio para acampar y comer dentro del Parque), tuvimos la fortuna de encontrarnos con un par de búhos que pasaban su día refugiados del sol en un árbol a la orilla del camino.
 
Pasamos allí cerca de treinta minutos tratando de verlos bien y lograr identificarlos. Los búhos estaban juntos y bien acurrucados, lo que dificultaba su identificación. Luego de buscar mejores ángulos y rogar que se desperezaran para poder ver sus rasgos más distintivos, logramos identificarlos como una pareja de Currucutú Gorgiblanco (Megascops albogularis). Lamentablemente, no fue posible encontrar un ángulo lo suficientemente bueno como para una foto digna de compartir.
 
Pasamos por el Refugio camino al robledal con el anhelo de encontrar más especies diferentes. Queríamos ver al Tucancito Esmeralda y al Cuco Ardilla para cerrar nuestra ida con broche de oro. A pesar de que nos los pudimos ver, el bosque nos premió con una pareja de Carpintero de los Robles (Melanerpes formicivorus) y un Colibrí Chupasavia (Boissonneaua flavescens), este último otra especie nueva para mí.
 
El camino de regreso estuvo marcado por el encuentro con el otro grupo de amigos (guiados por Pablo Casallas) y una subida empinada que deja sin aire al más preparado alpinista.
 
Luego de compartir los avistamientos más relevantes con nuestros amigos del otro grupo, les recomendamos vieran los búhos que tanto nos costó identificar para ver si podían tomarle una buena foto que sirviera como evidencia del registro.
 
A pesar de la fuerte subida, pudimos ver al Cuco Ardilla (Piaya cayana) que tanto habíamos estado buscando durante todo el recorrido y al Colibrí de Pompones (Eriocnemis vestita) gracias a un enamorado que le advertía a su novia sobre la presencia de un chupaflor al costado del camino. Dos nuevas especies más para la lista de cerca de 60 especies que llevamos a la hora.


Piaya cayana
Piaya cayana
Ya para terminar la visita, decidimos ir a los comederos de colibrí ubicados en el restaurante a la entrada del parque. Son tres comederos en donde llegan alrededor de nueve especies diferentes de colibríes. Para nuestra fortuna pudimos ver el Inca Dorado (Coeligena bonapartei) que tantos visitantes atrae al parque.
 
Durante todo el recorrido agregué más de diez especies nuevas en mi lista personal. Sin duda alguna un excelente destino para ver aves y un buen presagio para este año que comienza.

Ir a la galería en Flickr.

Listado de aves registradas durante la pajareada

Penelope montagnii
Bubulcus ibis
Coragyps atratus
Geranoaetus melanoleucus
Geotrygon montana
Piaya cayana
Megascops albogularis
Streptoprocne rutila
Streptoprocne zonaris
Colibri thalassinus
Colibri coruscans
Adelomyia melanogenys
Boissonneaua flavescens
Lafresnaya lafresnayi
Coeligena torquata
Coeligena bonapartei
Heliangelus exortis
Eriocnemis vestitus
Ocreatus underwoodii
Metallura tyrianthina
Aglaiocercus kingi
Melanerpes formicivorus
Margarornis squamiger
Anabacerthia striaticollis
Xenops rutilans
Xiphocolaptes promeropirhynchus
Lepidocolaptes lacrymiger
Grallaria ruficapilla (registro auditivo)
Scytalopus latrans (registro auditivo)
Scytalopus griseicollis
Mecocerculus stictopterus
Leptopogon rufipectus
Myiophobus flavicans
Pyrrhomyias cinnamomea
Troglodytes aedon
Henicorhina leucophrys
Catharus ustulatus
Turdus fuscater
Hemispingus atropileus
Hemispingus superciliaris
Hemispingus frontalis
Hemispingus verticalis
Thraupis cyanocephala
Tangara parzudakii
Tangara labradorides
Tangara cyanicollis
Tangara nigroviridis
Tangara vassorii
Diglossa albilatera
Diglossa cyanea
Chlorospingus ophthalmicus
Zonotrichia capensis (registro auditivo)
Atlapetes albofrenatus
Atlapetes pallidinucha
Dendroica fusca
Mniotilta varia
Wilsonia canadensis
Myioborus miniatus
Basileuterus nigrocristatus
Basileuterus coronatus
Basileuterus tristriatus