lunes, 24 de diciembre de 2012

Pajareando bajo la lluvia

Decidimos encontrarnos con Alejandro a las 4.30 para pajarear en la vereda Roble Hueco del municipio de Tena (Cundinamarca). El sitio ya lo conocía de una visita anterior con Sergio. Es una pajareada que empieza en un bosque de niebla y termina en la estructura especializada para el avistamiento de aves de la ABO, vecina de un borde de bosque con muchos árboles de pequeños frutos y otros enormes de eucalipto.

Los árboles quedan en una ladera cuesta abajo, lo que permite ver sus copas desde un lugar casi a nivel y así disfrutar de los pequeños y asiduos visitantes con un menor esfuerzo en nuestros cuellos y espaldas.

Llegar al sitio es muy sencillo: saliendo por la calle 13 con rumbo al occidente, se toma la vía al municipio de La Mesa hasta llegar a una zona de restaurantes que queda justo 28 kilómetros después de la glorieta que da inicio a esta vía. Los restaurantes que sobresalen son Juan José me Importa un Chorizo y Don Otavio. La amabilidad de la gente permite estacionar los vehículos en cualquiera de estos sitios, siempre y cuando al regresar se remate la pajareada con una deliciosa bandeja paisa o el plato típico de su preferencia.

Una vez estacionados los carros allí, se descienden cerca de 200 metros por la carretera hasta llegar a la quebrada que surte de agua a las veredas cuesta abajo y que nos acompañará durante todo el recorrido hasta la estructura de la ABO.

Empezamos a pajarear antes de que el sol despuntara. Nuestras cámaras no tenían suficiente luz para poder captar esos momentos inolvidables que veníamos a buscar en la víspera de la navidad y compartirlas con nuestros amigos: porque de eso se trata la navidad, de compartir.

Paisaje 5
Bosque de niebla
Subiendo por el bosque de niebla vimos muy pocas aves. Se escuchaban algunas de fondo, sobresaliendo el Cucarachero pechigrís (Henicorhina leucophrys) que nunca pudimos ver y mucho menos fotografiar. Algunas bandadas mixtas (o quizás la misma) nos acompañaron durante el ascenso. La gran altura de los árboles nos dificultaba la observación de los individuos que conformaban aquel grupo que nunca pudimos ver con detalle.

A propósito de árboles enormes, un hecho muy curioso es que al parecer el sendero no está siendo muy transitado por campesinos de la zona y visitantes en general. La gran cantidad de plantas y árboles caídos que se tragaban el camino, creaban una atmósfera de bosque virgen e inexplorado que nunca había sentido antes.

Llegamos a la estructura en medio de una lluvia suave pero persistente. Decidimos escampar en unos árboles tupidos para mitigar el efecto del agua en nosotros. Casi al tiempo en que cesó la lluvia, aparecieron las primeras tangaras en un grupo numeroso. Se trataban de las especies T. vasorii y T. nigroviridis.

Tangara nigroviridis 2
Tangara nigroviridis
Decidimos continuar y explorar los alrededores de la estructura. Antes de que empezara a nublarse de nuevo, nos pareció ver un ave de tamaño mediano en frente de nosotros. La niebla que se apoderaba del paisaje no nos dejó confirmar el individuo. Sospechamos de un tucán pero no quisimos hacernos falsas esperanzas. La niebla se apoderó del lugar.

Mientras pasaba aquella bruma espesa decidimos esperar en la estructura de la ABO. Mi compañero decidió sacar su libreta de bosquejos y dibujar el bosque que nos rodeaba. Yo decidí acostarme sobre la estructura y descansar un rato para recuperarme de las consecuencias del insomnio de la noche anterior.

Esperando que aclarara tomé algunas fotos del bosque de niebla circundante. En eso, veo a Alejandro agitado y llamándome para que viera algo en el árbol gigante que está en frente de la estructura. Maravillados con el espectáculo que veíamos, alistamos nuestras cámaras y empezamos a fotografiar al Tucancito esmeralda (Aulacorhynchus prasinus) que con gracia, disfrutaba de los pequeños frutos del árbol. No era la primera vez que lo veíamos, pero siempre es un gran placer volverlo a ver, detallar su imagen y lograr una mejor foto cada vez.


Aulacorhynchus prasinus 2
Aulacorhynchus prasinus
Rogábamos para que la naturaleza nos permitiera disfrutar de otros individuos de igual belleza al tucán. Soñábamos ver la tangara que se anunciaba como un comercial en el cartel de la ABO. La Tangara parzudakii no se dejó ver esta vez, pero seguro que volveríamos a Roble Hueco a buscarla y tomarle buenas fotos para compartir en momentos especiales como esta navidad.

Nos devolvimos los tres kilómetros en un descenso pasado por agua. No pudimos disfrutar de más aves ya que la lluvia se atravesó como el telón que separa al espectador de los actores en una obra de teatro. Es claro que la lluvia es importante para este ecosistema, por lo tanto no la culpamos de los pocos avistamientos del día y más bien le agradecemos por dejarnos ver lo que vimos.

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domingo, 18 de noviembre de 2012

Sabana de Bogotá, ¡qué sueño!

Me levanté muy temprano y me alisté para salir a pajarear. Aún no había amanecido, el frío era más penetrante que de costumbre y había una espesa neblina rara en esta época del año.
 
Recogí a mis compañeros de aventura y salimos en sentido opuesto al de los cerros que protegen a Bogotá. Llegamos muy rápido al sitio, ya que éste no se encontraba tan lejos del punto en donde la noche anterior habíamos planeado reunirnos. La neblina apenas empieza a irse cuando nos dimos cuenta que se trataba de un gran humedal. En realidad parecían varios humedales interconectados por ríos y por las crecientes en época de lluvia. El sitio luce mágico.
 
Con los primeros rayos de sol, empezamos a ver las bellezas de la naturaleza: en unos juncos al inicio de la pajareada vimos varias Monjitas bogotanas (Chrysomus icterocephalus) machos y hembras, el escaso Cucarachero de pantano (Cistothorus apolinari) y algunas tinguas a lo lejos.
 
Seguimos caminando por el sendero y la abundancia del sonido de los Cucaracheros de pantano me pareció muy extraña. Sentía habían cientos de estos cucaracheros en el sitio. Me alegré por esta situación y a la vez me pareció curiosa la gran cantidad de individuos en un sitio tan cerca a la gran ciudad.
 
Llegamos a un espejo de agua rodeado por más juncales y plantas de orilla de río. A lo lejos había un bosque muy conservado que resolvimos visitar hacia el final del recorrido. En el espejo de agua y cerca a las plantas de la orilla vimos muchas tinguas: la verde (Gallinula melanops), la de pico rojo (Gallinula galeata), la azul (Porphyrio martinica) y la bogotana (Rallus semiplumbeus). Una vez más me agradó la sorpresa de ver muchas Tinguas bogotanas ya que nunca las había visto en esa cantidad y tan cerca de Bogotá. Algo raro estaba pasando.
 
Decidimos usar la mira telescópica que trajimos para ver un grupo de patos que nadaban tranquilos lejos de la orilla en que nos encontrábamos. Vimos algunos Patos barraquetes (Anas discors) y otros Patos rufos (Oxyura jamaicensis). Un poco más hacia la derecha estaban unos Zambullidores piquipintos (Podilymbus podiceps) en compañía de varios zambullidores de ojos muy rojos, de cuerpo más blanco que el de los piquipintos y con la cara café claro. A mis compañeros les parecía normal esta especie por lo que saqué rápidamente mis guías para no parecer despistado. En la primera guía que saqué no aparecía ilustración alguna de un zambullidor con estas características, mientras que en otras aparecía un zambullidor endémico llamado Podiceps andinus.
 
No sabía qué estaba pasando. Este zambullidor desapareció de los registros de los ornitólogos desde los años setenta y se cree extinto. Sin embargo, disfrutaba verlo allí nadando libremente y entrando esporádicamente al agua para buscar su alimento.
 
Seguimos nuestro camino y llegamos a un bosque pequeño pero en muy buenas condiciones. En este punto, ya el recorrido se me hacía muy extraño y trataba de pensar en dónde estábamos sin éxito alguno. Decidí tranquilizarme y seguir disfrutando de tan extraña pajareada.
 
Algunos metros dentro del bosque vimos varios clarineros (Anisognathus igniventris), decenas de colibríes y algunas reinitas migratorias. Se escuchaba en la profundidad del bosque diferentes sonidos de chamiceros, gralarias y tapaculos. Nos detuvimos frente a un árbol florecido y de repente vimos llegar un colibrí muy azul, casi morado, con pico corto, recto y flancos negros. Mis compañeros lo identificaron como Heliangelus zusii. Seguía sin creer lo que me estaba pasando. Solo hay un registro de una piel de este colibrí de principios de 1900.
 
Me preparaba a anotar mis registros en el listado de especies vistas para relacionarlas en el blog, cuando de pronto un estrepitoso sonido irrumpió la tranquilidad de aquel lugar.
 
Me desperté. Abrí los ojos y me di cuenta que estaba en mi cama. Todo lo que había visto era producto de mi imaginación. Fue un sueño. Un maravilloso sueño que recordaré toda mi vida. Creo que quedarme dormido leyendo sobre aves pudo provocar esta situación. Aunque esta vez no pude apuntar estas especies en mi listado de lifers, espero poderlo hacer algún día cuando la naturaleza nos diga en dónde los ha tenido protegidos en los últimos años.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Cerro Quininí, aves de clima templado a menos de dos horas de Bogotá

Todo se cuadró de último minuto. Mi amigo Andrés no pudo ir porque se sentía mal de una pierna y se encontraba renco. El cupo estaba completo. Finalmente, iríamos Oswaldo, Pedro, Sergio, Alejandro y yo. La idea era salir de Bogotá a las cinco de la mañana para pajarear hasta después del medio día.
 
Pasados diez minutos de nuestro horario programado, tomamos la autopista sur hacia el suroccidente del departamento para buscar el municipio de Tibacuy y luego a la inspección de Cumaca. De ida llegamos hasta la glorieta que anuncia desvíos hacia Fusagasugá, Girardot y Tibacuy. Giramos a la derecha y transitamos por una carretera en aceptable estado parar llegar al municipio y luego buscar el sendero que conduce al Cerro. El retorno lo hicimos por el vecino municipio de Silvania por una carretera en mucho mejor estado. Recomiendo esta última ruta para ir y regresar al sitio desde Bogotá.
 
Después de dos horas de camino y algunos trancones en la carretera, estábamos un poco cansados y decidimos estirar las piernas. Elegimos el restaurante de doña Gladys, en Cumaca, para tomarnos un tinto y las acompañamos con unas deliciosas arepas de maíz blanco recién hechas (de aquellas que son imposibles no repetir).
 
Arrancamos nuestro camino pajareando por la ruta para subir al cerro. Al inicio es una carretera veredal con algunos bosques, cafetales y otros cultivos alrededor. En este sector vimos Azulejo común (Thraupis episcopus), Viuvá de antifaz (Pipraeidea melanonota), Cascabelito (Forpus conspicillatus) y el Arañero cabecirrufo (Basileuterus rufifrons), entre otros.
 
Basileuterus rufifrons
Basileuterus rufifrons
Continuando nuestro recorrido, se nos acercó un habitante de la zona a preguntarnos sobre el interés de nuestra visita a la vereda. Le contamos lo mismo de siempre y nos dijo lo frustrado que se sentía al ver como los cientos de turistas que visitan el cerro mensualmente, dejan basuras y abusan de la naturaleza presente. Al parecer la comunidad tiene ganas de asociarse para cuidar el sitio y regular un poco más la presencia y estadía en el cerro.
 
Entre excursiones de familias que subían y excursiones de colegio que bajaban, seguimos nuestra pajareada entre bosques un poco más densos y árboles más altos. De repente, en uno de estos árboles inmensos, vimos una tangara azul brillante con un antifaz negro revoloteando entre hojas verdes y ramas secas. Luego de una rápida confirmación en la guía, llegamos a la conclusión que se trataba del endémico Dacnis turquesa (Dacnis hartlaubi). Más adelante en un árbol de frutos morados y muy pequeños, tuvimos la alegría de volver a verlo mucho más cerca y con su hembra color café y amarillosa de intensos ojos color rojo.


Dacnis hartlaubi
Dacnis hartlaubi
Durante el camino de regreso hacia la entrada del sendero, vimos varias especies migratorias que pasaban su invierno en nuestros bosques de ladera. Discusiones alrededor de la especie de Contopus que veían mis compañeros más avezados, fueron la constante durante el camino de bajada. Yo mientras tanto disfrutaba de las Reinitas y Pirangas que adornaban el camino.


Era medio día y a pesar de que no habíamos almorzado, aún teníamos ganas de seguir pajareando en este clima templado y benevolente para las aves. Decidimos subir un poco más hasta llegar al bosque de neblina que circunda la punta del cerro. No pudimos. El estado de la carretera impidió nuestro ascenso pero no que siguiéramos pajareando. Dejamos el carro a un costado de la carretera y empezamos nuestro segundo recorrido.


Paisaje 3
Neblina alrededor de la punta del Cerro Quininí
La carretera estaba rodeada de bosques más conservados que los del camino tradicional y con menos pastizales e intervención humana. Seguidamente, vimos especies maravillosas a lo largo de este recorrido corto pero fructífero. Tangaras, colibríes, tiránidos, reinitas y más tangaras fueron las vedettes del espectáculo. Para resaltar dos especies muy bonitas: Hemithraupis guira y Lophotriccus pileatus.
 
Fue un día bastante largo y agotador pero lleno de alegría, aprendizaje y naturaleza. Con cuatro nuevas especies vistas, fue una jornada muy bonita que siempre recordaré y que me animará a regresar cada vez que tenga la oportunidad.
 
P.D.: el regreso es inminente pues no pude ver el hermoso Eubucco bourcierii que tantas ganas tenía de volver a disfrutar al inicio de este viaje.

 
Listado de aves registradas durante la pajareada (84 en total). Gracias a Sergio Chaparro por su colaboración en la actualización de la lista.
Bubulcus ibis
Coragyps atratus
Elanus leucurus
Rupornis magnirostris
Buteo platypterus
Columbina talpacoti
Zenaida auriculata
Forpus conspicillatus
Brotogeris jugularis
Piaya cayana
Crotophaga ani
Phaetohornis guy
Anthracothorax nigricollis
Chlorostilbon gibsoni
Amazilia cyanifrons
Amazilia tzacatl
Chalybura buffonii
Ocreatus underwoodii
Chaetocercus heliodor
Eubucco bourcierii (registro auditivo)
Melanerpes rubricapillus
Synallaxis brachyura
Synallaxis albescens
Xenops rutilans
Cranioleuca curtata
Lepidocolaptes souleyetii
Thamnophilus multistriatus (registro auditivo)
Myrmeciza longipes (registro auditivo)
Elaenia flavogaster
Phyllomyias griseiceps
Zimmerius chrysops
Phaeomyias murina
Tolmomyias sulphurescens
Lophotriccus pileatus
Todirostrum cinereum
Myiophobus flavicans
Sayornis nigricans
Contopus cooperi
Contopus sp.
Contopus virens (registro auditivo)
Myiozetetes cayanensis
Pitangus sulphuratus
Tyrannus melancholicus
Vireo leucophrys
Hylophilus flavipes (registro auditivo)
Hylophilus semibrunneus
Pygochelidon cyanoleuca
Troglodytes aedon
Henicorhina leucophrys (registro auditivo)
Campylorhynchus zonatus
Catharus ustulatus
Turdus ignobilis
Mimus gilvus
Ramphocelus dimidiatus
Thraupis episcopus
Thraupis palmarum
Pipraeidea melanonota
Tangara gyrola
Tangara vitriolina
Tangara cyanicollis
Tangara heinei
Dacnis hartlaubi
Hemithraupis guira
Piranga rubra
Coereba flaveola
Tiaris olivaceus
Zonotrichia capensis
Sicalis flaveola
Sporophila nigricollis
Sporophila minuta
Volatinia jacarina
Saltator striatipectus
Vermivora peregrina
Leiothlypis peregrina
Dendroica fusca
Oporornis philadelphia
Setophaga ruticilla
Parula pitiayumi
Mniotilta varia
Basileuterus rufifrons
Molothrus bonariensis
Astragalinus psaltria
Euphonia concinna
Euphonia laniirostris

lunes, 5 de noviembre de 2012

Albán

Debido a mi trabajo siempre escuché hablar mucho de Albán. Gracias a que su nombre empieza por la letra A, es muy común que encabece los listados de sitios que toca atender y tener en cuenta en los proyectos que se emprenden al interior de la empresa en la que laboro.
 
Albán es un municipio cerca de Bogotá ubicado a las afueras de la ciudad camino al occidente. Es un sitio particular porque allí empieza el descenso a tierras más cálidas para finalmente llegar al valle del río magdalena (no si antes subir algunos altos más).
 
Desde que escuché que la ABO (Asociación Bogotana de Ornitología) había trabajado en el municipio e identificado sus aves, tuve las ganas de ir a conocer y recordar que ya había pasado por esas tierras en otros quehaceres, pero sin duda que apenas lograría captar su belleza cuando fuera de visita a ver pájaros y admirar sus paisajes.
 
Y así fue, salimos desde muy temprano el sábado para ver las aves de este pueblo andino en compañía de Sergio. Hubo otros invitados a la pajareada pero por razones de último minuto no pudieron asistir.
 
El viaje no pudo arrancar mejor. Aún en la carretera, luego del alto de la tribuna, vimos a lo lejos un majestuoso nevado. El cielo estaba despejado y pudimos ver un pico blanco que dedujimos se encontraba en la cordillera central. Nieve, ¡sí!, ¡nieve en nuestras tierras! Que regalo enorme de la naturaleza. Especulamos con Sergio y concluimos se trataría del Nevado del Tolima. Más tarde nos daríamos cuenta que en realidad se trataba del Nevado del Ruíz.
 
Nevado 2
Nevado del Ruíz visto desde la carretera Bogotá - Albán
 
No teníamos muy bien la dirección de cómo llegar al sitio. Sergio ya había ido pero no se acordaba muy bien del ingreso. Nos apoyamos en mapas y cartillas de la ABO para tratar de averiguar la forma de llegar, sin embargo, no parecería fuese a ser exitoso ya que la información era escasa y difusa. Afortunadamente al llegar al sitio mi compañero se acordó del acceso y no tuvimos problemas en llegar.
 
Tomando la carretera que conduce a Albán, a unos 44 kilómetros del límite impuesto por el río Bogotá, se encuentra la entrada a una vereda llamada María Alta perteneciente al municipio de Albán. Un par de kilómetros más adelante por el carreteable de la vereda, se encuentra la entrada al sendero que llaman “Peñas del Aserradero”.
  
Entrada al sendero
Entrada al sendero "Peñas del aserradero"

La pajareada arrancó un poco floja. No vimos muchas aves al inicio del camino. A medida que avanzábamos nos dimos cuenta que el sendero estaba en muy buenas condiciones. Es un camino hecho en piedra caliza y cemento de un poco más de un kilómetro con algunos sectores sin completar pero de fácil andar.

Empezamos a ver aves de un momento a otro: Azulejo montañero (Thraupis cyanocephala), Tangara azul y negra (Tangara vassorii), Montero ojiblanco (Chlorospingus flavopectus), Abanico cariblanco (Myioborus ornatus), Clarinero escarlata (Anisognathus igniventris) entre otras más. La alegría me invadió y supe que el día sería maravilloso y que cada vez se iba a poner mejor.
 
Chlorospingus flavopectus 2
Chlorospingus flavopectus

Al llegar aun sitio en lo alto vimos una pequeña planicie con muchos árboles jóvenes. Sin duda se trataba del proceso de restauración que estaba adelantando la CAR en la zona. Eran árboles nativos que ya son refugio para aves pero que en el futuro lo serán para muchísimas más. La misma naturaleza nos estaba avisando que debíamos volver ya que en varios años sería muchísimo más espectacular su disfrute.

Cerca de este alto vimos la estructura de observación de aves de la ABO. Lamentablemente, nos dimos cuenta que el cartel que daba indicaciones adicionales estaba caído. Era evidente que había sido arrancado de sus bases y dejado a un lado para que la corrosión acabara con él. Una escena muy triste. Es el único sitio de los que he visitado en que hemos visto esta situación.

Seguimos pajareando y la cosa fue mejorando. Escuchamos una bandada que se acercaba pero no sabíamos la dirección destino porque los árboles eran muy grandes. Decidimos parar en un sitio claro con la esperanza de que los pájaros llegaran a este punto y pudiéramos verlos. Se trataba de un árbol enorme con todas las condiciones dadas para apreciar la belleza de las aves que, ojalá, se posarán allí. Tuvimos suerte y la bandada mixta pasó por ese árbol en su trasegar. Vimos tangaras, picaflores, abanicos y colibríes. Lo más sorprendente fue ver, justo en frente de nosotros, el hermoso Aglaiocercus kingi (Silfo coliverde) macho. Es un colibrí con la cola larga de color azul púrpura y verde, el pico corto y la frente de un verde bastante brillante.
 
Aglaiocercus kingi
Aglaiocercus kingi
 
Luego de unos minutos más de caminata llegamos al mirador que finaliza el recorrido del sendero. Es un bonito mirador en donde se pueden apreciar algunas veredas de Albán, el municipio de Villeta y el Nevado del Ruíz (a esa hora ya no era apreciable). Estando en el sitio más alto del recorrido escuchamos el llamado de una rapaz. Miramos rápidamente y allí estaba volando encima de las montañas y de nosotros. Era de color negro con una franja blanca en la cola. Estaba tan alta que no pudimos verla mejor. Solo pudimos tomarle una foto que no adiciona más información pero confirma la que teníamos. Sergio logró grabar el llamado para identificarla en los próximos días.

Durante el recorrido de vuelta decidimos salirnos del camino principal y tomamos un camino por el bosque. Era un camino con una pendiente pronunciada y tierra suelta. Entramos persiguiendo el sonido de un ave que no lográbamos identificar. La memoria sonora le falló a mi compañero pero de tanto perseguirlo vimos que se trataba de un Atrapamoscas (Myiodynastes chrysocephalus).  Este desvío nos llevó nuevamente a la zona en reforestación, no sin antes ver al Cuco Ardilla (Piaya cayana), al Inca Buchidorado (Coeligena bonapartei) y escuchar muy cerca de nosotros al Tororoi Comprapan (Grallaria ruficapilla). Fue una lástima no poder ver a este último ya que lo tuvimos a pocos metros de nosotros (los pajareros saben lo difícil que es ver a esta especie).

Como la mañana nos había rendido bastante ya que apenas eran las diez y media, decidimos recorrer la vereda para conocerla. Tomamos el carro y anduvimos algunos kilómetros más en dirección desconocida. A medida que avanzábamos, nos dimos cuenta que al margen derecho de esta carretera estaba la reserva de la CAR en que habíamos estado. La reserva es grande y colinda con otros bosques menos densos y algunos potreros de cría de ganado. En nuestro avance cruzamos un par de quebradas muy bonitas que surten de agua a las fincas falda abajo.
 
Están tan bien preservados los márgenes de esta carretera que decidimos bajarnos y pajarear un rato por ésta. Es una carretera bastante tranquila. En las casi dos horas que estuvimos por allí, solo pasaron dos automóviles, una moto y un grupo de campesinos arreando su ganado.
 
Recomiendo esta carretera para pajarear. Puede ser un sitio complementario al sendero tradicional que todos visitamos. Durante nuestro recorrido vimos muchas aves en una gran bandada: Aglaiocercus kingi, Vireo leucophrys, Anisognathus igniventris, Patagioenas fasciata, Dendroica fusca, Pyrrhomyias cinnamomeus, Wilsonia canadensis, Adelomyia melanogenys entre otros.
 
Myioborus ornatus 2
Myioborus ornatus

Nos despedimos de Albán con una gran sonrisa porque todo salió de maravilla. Vale la pena volver en muy poco tiempo y en varios años cuando la naturaleza haya hecho su trabajo y el bosque recién sembrado esté más crecido y sirva de albergue a muchas aves. Sin duda alguna ahora puedo decir que conozco a Albán un poco más y no solo en listados enormes de sitios en donde toca trabajar.
 
 
Listado de aves registradas durante la pajareada (54 en total)
Bubulcus ibis
Coragyps atratus
Patagioenas fasciata
Piaya cayana
Glaucidium jardinii (registro auditivo)
Colibri thalassinus
Heliangelus exortis
Adelomyia melanogenys
Aglaiocercus kingi
Metallura tyrianthina
Coeligena torquata
Coeligena bonapartei
Ocreatus underwoodii
Aulacorhynchus prasinus
Picoides fumigatus (registro auditivo)
Synallaxis subpudica (registro auditivo)
Synallaxis azarae (registro auditivo)
Cranioleuca curtata
Grallaria ruficapilla (registro auditivo)
Scytalopus latrans (registro auditivo)
Elaenia frantzii
Mecocerculus leucophrys
Pyrrhomyias cinnamomeus
Zimmerius chrysops
Myiotheretes striaticollis
Mionectes striaticollis
Myiodynastes chrysocephalus (registro auditivo)
Hemispingus frontalis
Tyrannus melancholicus
Vireo leucophrys
Orochelidon murina
Troglodytes aedon
Henicorhina leucophrys (registro auditivo)
Turdus fuscater
Thraupis cyanocephala
Anisognathus igniventris
Tangara vassorii
Tangara nigroviridis
Conirostrum rufum
Diglossa albilatera
Diglossa caerulescens
Diglossa cyanea
Chlorospingus flavopectus
Zonotrichia capensis
Atlapetes albofrenatus
Atlapetes pallidinucha
Piranga rubra
Dendroica fusca
Wilsonia canadensis
Myioborus miniatus
Myioborus ornatos
Basileuterus nigrocristatus
Icterus chrysater
Sturnella magna (registro auditivo)

domingo, 23 de septiembre de 2012

Jardín Encantado

Hace algunas semanas tuvimos la visita de unos familiares de Barranquilla. Uno de los visitantes manifestó que le gustaban los pájaros y por supuesto yo, dado mi gusto por las aves, sería el encargado de realizar el plan.

La propuesta era que fueramos a San Francisco a ver el Jardín Encantado para disfrutar de la gran cantidad de colibríes que allí se alimentan gracias a los más de 20 comederos presentes en el jardín de esta hermosa finca a las afueras del pueblo.

Luego de un trancón por la avenidad Ciudad de Cali, tomamos la Autopista Medellín para desplazarnos al occidente de la ciudad de Bogotá y en menos de 90 minutos ya estabamos en San Francisco de Sales. Buscamos la salida a la vereda San Luis y a pocos metros de las calles pavimentadas está la Finca la Tortuguita, lugar del Jardín Encantado.

El Jardín Encantado es un sitio muy bonito y digno de nuestro país. Genera amores y desamores entre los amantes de las aves y los ornitólogos más conservadores. A los primeros nos encanta porque se pueden ver muchas especies de colibríes y es un bonito lugar para llevar a los no aficionados a compartir un momento diferente ligado al gusto propio. A los segundos no les agrada tanto porque salir a pajarear representa un esfuerzo por encontrar el ave e identificarla en su ambiente natural o silvestre.

Al margen de las discusiones, el sitio es muy bonito y vale la pena visitar y maravillarse de la gran variedad de colibríes de esta región y de algunas otras aves que realzan la belleza de este rinconcito de nuestra tierra querida.

Galería de fotos del Jardín Encantado
 
Chaetocercus mulsant
Chaetocercus mulsant