sábado, 6 de abril de 2013

Censo Navideño en Mundo Nuevo

Aún no había llegado el vendedor de tintos y panes que siempre inicia nuestras pajareadas en la calle 72 con carrera séptima. Nos acompaña con su tinto dulce y sus bizcochos de la noche anterior que son siempre bien recibidos cuando la espera se prolonga más de lo deseado. Esta vez el trasnochado es él, y como consecuencia, una fila de taxis empieza a irse a la competencia de la próxima avenida.
 
Sin el acostumbrado tinto recorrimos los cuarenta y seis kilómetros que separan nuestro punto de encuentro y la vereda Mundo Nuevo. Era una madrugada con una luna llena enorme que nos ayudaba a encontrar la carretera que a veces se escondía entre árboles y curvas. Entretanto, recordábamos nuestras aventuras pasadas queriendo repetir varias de las aves que ya habíamos visto en ocasiones previas.
 
Entre las cabeceadas de Adriana y los bostezos de Sergio, este último nos venía contando que los guías locales de Mundo Nuevo le habían dicho de un ave que se veía antes del amanecer cerca de la quebrada con una cola muy larga. La descripción llevaba a concluir a Sergio que podría tratarse del Guardacaminos Lira (Uropsalis lyra) pero que él nunca lo había visto en sus innumerables salidas al campo en esta vereda del municipio de La Calera.
 
Dejamos el carro en la puerta de la casa de doña Carmen y alistamos nuestras botas, binoculares, cámaras, comida y listas para el conteo. Caminando al sitio anotamos las medidas básicas de altitud y coordenadas geográficas para poder entregar el reporte completo a la entidad encargada de los conteos.
 
Mientras yo miraba el celular para así anotar las coordenadas geográficas de mi propio registro, siento varias voces gritando en voz baja “el uropsalis, el uropsalis”, levanto mi cabeza y veo a mis dos compañeros apuntando con sus binoculares por encima del horizonte y a un costado de la luna que aún no había decidido ocultarse. Llegué tarde a la cita entre el caprimúlgido y mis binoculares. Que frustración sentí. No es fácil ver individuos de esta familia y esta vez no lo pude observar.
 
Paisaje a
Paisaje antes del amanecer.
Aún no había amanecido pero no estaba oscuro. Decidimos aminorar el paso para darle tiempo al sol de que hiciera su trabajo y esperar que las aves salieran en búsqueda de su primera comida del día. El arranque no pudo ser mejor y vimos una Pava Andina (Penelope montagnii) un poco despeinada, acompañada por un par más en un árbol al otro lado de la quebrada. Varias fotos para el registro y continuamos cuesta arriba.
 
En el ascenso hasta la chucua que marca la mitad del recorrido, vimos algunos colibríes y reinitas, varias tangaras, bastantes tiránidos y tráupides y uno que otro furnárido buscando su comida entre la hojarasca. 
 
Entre tantos sitios hermosos que hay en este lugar, siempre nos gusta llegar a una laguna pequeña que se encuentra en la parte más alta del recorrido. Nuestra esperanza es lograr ver una gran cantidad de aves acuáticas en este pequeño ecosistema. Esta vez solo pudimos ver al Pato Andino (Anas andium) y al Andarríos Mayor (Tringa Melanoleuca) en la laguna y, como un vigilante blanco y elegante, vimos una Garza Real (Ardea alba) a un costado del estanque.


A Andimun T Melanoleuca
Anas Andium y Tringa Melanoleuca
Ya en la parte media del recorrido, decidimos descansar un rato y probar la comida que habíamos traído para compartir entre todos. Sándwich, pandebonos y chicharrones fueron los encargados de darnos energía para reponernos y poder caminar los seis kilómetros de vuelta que tiene la ruta elegida.
 
Nuestros paraguas, que tanta falta nos hacen en estos bosques de niebla cuando llueve y no los traemos, esta vez fueron utilizados como sombrillas calentanas y así cubrirnos del inclemente sol hizo durante el recorrido por los pastizales de la parte alta.
 
Recién entrados en la boca del bosque, Adriana se adelantó varios cientos de metros y la perdimos de vista. Aceleramos el paso para alcanzarla mientras veíamos tangaras y atrapamoscas a uno y otro lado del camino. Cuando el grupo se reunió de nuevo, presenciamos un evento maravilloso de la naturaleza propio para un capítulo de televisión de un programa de vida salvaje.
 
Una hembra y un macho de Trogón Enmascarado (Trogon personatus) parecían estar muy excitados en un cortejo, cada uno con una oruga en su pico. Los oímos vocalizar y moverse de una rama a otra hasta que el macho se nos perdió entre las ramas y sombras del bosque. De repente vimos volar una bolita café desde un costado del camino al otro. Nos pasó justo encima de la cabeza con su volar torpe y parsimonioso. Rápidamente enfocamos nuestros prismáticos hacia él para ver de qué se trataba. Inconfundiblemente, la bolita café que estábamos viendo era un juvenil de Trogón Enmascarado con su pico amarillo y corto, la máscara en sus ojos  y la cercanía a una hembra adulta de la misma especie.
 
¡Que sorpresa tan maravillosa!


Cría y mamá T personatus
Madre y cría de Trogón Enmascarado (Trogón personatus).
Pero, ¿de qué se trataba?, ¿por qué estaba tan asustado el polluelo?, ¿por qué la hembra adulta tenía una oruga en su pico sin tragarla?
 
Empezamos a conjeturar alrededor del comportamiento que veíamos. Mis aportes eran pocos. Mis dos compañeros más avezados en el tema proponían teorías basadas en sus lecturas y experiencias en campo. No somos expertos en el comportamiento del T. personatus en el bosque de niebla del flanco oriental de la cordillera oriental de Colombia, para eso se requiere haber hecho una tesis con el mismo nombre y haberla presentado en una prestigiosa universidad. Pero no, no sabíamos de qué se trataba. La única explicación que se nos ocurrió fue que los papás Trogón estuvieran motivando a su hijo a volar. Al parecer no es un comportamiento raro en las aves. Recientemente había visto como los cóndores andinos empujaban al vacío a sus crías reiteradamente hasta que alzaran su  majestuoso vuelo. Tenía sentido nuestra teoría pero tocaba validarla con la literatura o personas que conocieran más a fondo el comportamiento de los trogones.
 
Seguimos descendiendo por el sendero avistando pocos individuos de especies ya vistas. De repente me pregunta Sergio si ya había ido a la cascada. Le respondí que no, que no sabía siquiera que había una en este bosque. Me convidó y nos internamos como cien metros más dentro del bosque y allí estaba. Una hermosa cascada de algunas decenas de metros en una caída muy vertical.
 
Mientras veíamos la caída de agua, vimos un pajarito blanco y negro revoloteando y caminando en la pared de la cascada. Era un Mirlo Acuático (Cinclus leucocephalus) y estaba bastante concentrado en su tarea de buscar comida entre las piedras y rendijas de la cascada. No se asustó. Estuvo más de quince minutos en frente a nosotros saltando, realizando vuelos cortos de un punto al otro y abriendo sus pequeñas alas hacia arriba en todo momento.

Cinclus leucocephalus 4
Cinclus leucocephalus

Terminamos nuestra aventura cansados pero muy contentos. Muy contentos de haber visto tantas cosas maravillosas en un lugar tan mágico. Esta vez no vi ninguna especie nueva para mi listado personal, pero sí pude observar comportamientos que nunca había visto y que me invitan a reflexionar si esta afición se trata solo de chequear especies nuevas en un listado o más bien de disfrutarlas en su entorno natural.
 
*Publicado en la revista "El Clarinero" de la Asociación Bogotá de Ornitología en la edición de febrero de 2013.
 
 
Especies registradas (30 de diciembre de 2012)
Anas andium
Penelope montagnii
Ardea alba
Coragyps atratus
Cathartes aura
Geranoaetus melanoleucus
Falco sparverius
Rallus semiplumbeus
Tringa melanoleuca
Patagioenas fasciata
Systellura longirostris
Uropsalis lyra
Streptoprocne zonaris
Colibri thalasinus
Heliangelus amethysticollis
Metallura tyrianthina
Eriocnemis cupreoventris
Chaetocercus mulsant
Trogon personatus
Andigena nigrirostris
Picoides fumigatus
Margarornis squamiger
Tripadectes holostictus
Xiphocolaptes promeropirhynchus
Grallaria ruficapilla
Grallaria rufula
Scytalopus griseicollis
Phyllomyias nigrocapillus
Elaenia frantzii
Mecocerculus stictopterus
Mecocerculus leucophrys
Contopus fumigatus
Serpophaga cinerea
Ochthoeca cinnamomeiventris
Ochthoeca rufipectoralis
Tyrannus melancholicus
Pipreola riefferii
Ampelion rubrocristatus
Cyanolyca armillata
Troglodytes aedon
Henicorhina leucophrys
Cinclus leucocephalus
Turdus fuscater
Hemispingus atropileus
Hemispingus superciliaris
Hemispingus melanotis
Thraupis cyanocephala
Tangara nigroviridis
Buthraupis montana
Anisognathus igniventris
Dubusia taeniata
Tangara vassori
Conirostrum sitticolor
Diglossa albilatera
Diglossa caerulescens
Diglossa cyanea
Zonotrichia capensis
Arremon assimilis
Atlapetes schistaceus
Myioborus ornatus
Basileuterus nigrocristatus
Dendroica fusca
Cacicus chrysonotus
Icterus chrysater
Sturnella magna

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